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Emisiones per cápita

Pablo Kummetz11 de septiembre de 2007

Alemania se pronuncia a favor de emisiones de anhídrido carbónico sobre la base del número de habitantes de cada país y apuesta por desacoplar el crecimiento económico del consumo de energía.

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Michael Glos (izq.), ministro alemán de Economía, la ex primera ministra noruega Gro Harlem Brundtland (centro) y Sigmar Gabriel en Berlín.Imagen: AP

Sigmar Gabriel (socialdemócrata), ministro de Medio Ambiente alemán, dijo hoy al final del III “Diálogo de Gleneagles”, llevado a cabo en Berlín, que ésa es la única meta de CO2 que puede crear justicia entre los países industriales y en desarrollo.

En el “Diálogo de Gleneagles” participan los países que más energía consumen en el mundo: los países del G-8 y otros países industrializados, así como países emergentes como China, India, Brasil y Nigeria, además de representantes de la Unión Europea y de organizaciones no gubernamentales.

Gabriel advirtió, sin embargo, que es absolutamente necesario que el crecimiento económico sea desacoplado de las emisiones de anhídrido carbónico. No obstante, la perspectiva de un cálculo per cápita no es una carta blanca para países como la India, subrayó, “que les permita llevar las emisiones de CO2 al nivel de los países industriales”.

Conjugar una cosa con la otra parece difícil. En la conferencia de Berlín se aclaró por ello cómo debe entenderse la propuesta de la canciller federal Angela Merkel: por un lado los países industrializados deben reducir drásticamente sus emisiones y los países emergentes, limitar el inevitable aumento de sus emisiones a través de un crecimiento ecológicamente sostenible.

En otras palabras: cuando más logren los países industrializados reducir sus emisiones, menos podrían los emergentes aumentar las suyas. La fórmula tiene, sin duda, su encanto, porque obligaría a ambas partes a tomar efectivas medidas.

Alemania apuesta por las “energías limpias”

Efectivamente, ya existen numerosas probadas tecnologías de alta eficiencia energética. Las “tecnologías limpias” desempeñan un papel central en la propuesta alemana para combinar el desarrollo económico con la protección del clima. Alemania quiere analizar ahora qué obstáculos bloquean el uso de esas tecnologías en las dimensiones ya ahora posibles.

Con respecto a la conferencia convocada por el presidente norteamericano, George W. Bush, para los días 27 y 28 de septiembre en Washington, Gabriel dijo que los participantes viajarán a los EE. UU. con una “posición muy abierta a nuevas propuestas”.

James Connaughton, el representante estadounidense en el Diálogo de Gleneagles, prometió que lo que comience en Washington será continuado en la Conferencia Mundial sobre el Clima, que tendrá lugar en Bali los días 13 y 14 de diciembre.

Bush invitó a las principales potencias económicas del mundo –entre ellas Alemania- a Washington para debatir sobre regulaciones para la era posterior a la vigencia del Protocolo de Kyoto.

Al Protocolo de Kyoto, en el que se fijaron metas de reducción de gases contaminantes para cada uno de los países firmantes, no se adhirió EE. UU. Sin embargo, en la reciente cumbre del G-8 en Heiligendamm, Alemania, Bush prometió considerar seriamente una disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero de los EE. UU. de por lo menos el 50 % hasta el año 2050.

El Diálogo de Gleneagles sobre el cambio climático y las energías limpias tiene lugar anualmente desde 2005 y está previsto que culmine en el 2008, bajo la presidencia de Japón, con la firma conjunta de una declaración final.

Un plan climático propio

Un plan climático propio presentó al grupo del G8 un grupo de ex mandatarios reunidos en torno al llamado Club de Madrid y a la Fundación Naciones Unidas.

El plan, pensado para sustituir al Protocolo de Kyoto a partir de 2012 y con un costo de unos 10.000 millones de dólares (7.251 millones de euros) anuales, contempla fases y velocidades de aplicación diferenciadas por países, explicó Ricardo Lagos, ex presidente de Chile, presidente del Club de Madrid y Enviado Especial de Naciones Unidas para el Calentamiento Global.

En el plan se recomienda reducir las emisiones globales de dióxido de carbono por lo menos en un 60 por ciento entre 1990 y 2050 con el fin de limitar el calentamiento del planeta a 2 o 2,5 grados centígrados.