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Wallraff: un periodista en la maraña del pasado

José Ospina Valencia5 de septiembre de 2003

La reputación del periodista Günter Wallraff, paradigma del periodismo de denuncia del racismo o la manipulación de la prensa es acusado de haber servido a la Stasi, el temido ente de seguridad de la Alemania oriental.

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¿De ejemplar a desdeñado?Imagen: dpa

Wallraff, quien en los años 80 se disfrazó de inmigrante como Alí el obrero, e hizo avergonzar a la sociedad germana con su libro "Cabeza de turco", por las revelaciones sobre el abuso a los extranjeros trabajadores tiene algunas facetas de su pasado por aclarar, a juzgar por los archivos de la policía secreta germano-oriental.

Según las últimas revelaciones, entre 1968 y 1971, el periodista constó como "colaborador no oficial" - el equivalente a un confidente más o menos de plantilla- de la Stasi, bajo el nombre clave de "Wagner", con la misión de espiar a otras personas. El tal Wagner filtró a los servicios secretos de la Alemania comunista - y, por extensión, a los soviéticos- información sobre "métodos de guerra psicológica" y "sustancias químicas", al parecer conseguida del seguimiento a investigadores occidentales y de las actividades del consorcio Bayer.

A la caza de los nazis agazapados

Las sospechas de que Wallraff sirvió a la Stasi no son nuevas, puesto que ya en 1992, tras el éxito editorial de "Cabeza de turco", tuvo que hacer frente a tales acusaciones, que rebatió con el argumento de que se trataba de una maniobra para desprestigiarlo. Wallraff no negó nunca haber tenido contactos -o incluso buenos vínculos- con la Stasi, puesto que ésta le abrió sus archivos en los años 80, cuando éste buscaba información sobre nazis en cargos directivos en la Alemania occidental. Pero tanto entonces como ahora rechaza haber espiado para la policía secreta.

El escándalo ha tomado ahora más fuerza, a la luz de las denominadas "Actas Rosenholz", un material de la Stasi que, tras la reunificación, cayó en manos primero de la KGB y luego de la CIA, hasta que el pasado julio fueron devueltos a Alemania. La nueva documentación ha permitido subsanar una serie de lagunas de conocimiento. Hasta ahora, existían dudas acerca de la identidad de ese "Wagner", por un salto de fechas y dos errores tipográficos.

Atando cabos

Cotejando la información conservada en Alemania con la aportada por la CIA se ha reconstruido el acertijo, al parecer sin margen de duda, según un informe de nueve páginas, presentado esta semana en Berlín. Hasta ahora el departamento que custodia los archivos de la Stasi en Berlín había tachado de insostenibles las acusaciones.
Günter Wallraff
Imagen: AP
Pero la situación ha cambiado, según ha admitido ahora su actual directora, Marianne Birthler. Las actas Rosenholz no exculpan ya a Wallraff, sino que apuntan a lo contrario. Tal vuelco en el caso se ha producido, dice Birthler, "tras el análisis de las pruebas recibidas de la CIA".

Habla el acusado

Wallraff rebate estos argumentos: "Las acusaciones nuevas son iguales a las antiguas. Sólo que hay un par de actas más", afirma el periodista. Puede que todo se deba a una confusión de nombres, apunta, puesto que Wagner "es un apellido muy común". Cuando se ventilaron las primeras sospechas, el periodista se defendió hablando de "campaña de descrédito, orquestada por medios sensacionalistas vengativos".

Wallraff es un viejo enemigo de ciertos medios, concretamente de "Bild", el periódico más leído de Europa y, por lo demás, de tipo sensacionalista, en cuya redacción se infiltró para denunciar luego, en formato de libro, los entresijos de sus consejos de redacción y la manipulación informativa. Más famoso aún le hizo otra operación de "camuflaje": cuando adoptó la identidad del "turco" Alí, aceptó los trabajos más duros -o hasta suicidas, ya que hizo de Conejillo de Indias de la industria farmacéutica y mecánico de una central nuclear- para vivir en propia carne la marginalidad y desprecio a que se ve sometida la inmigración. El resultado fue "Cabeza de turco", best-seller en Alemania, que le valió la enemistad eterna de quienes se vieron "retratados" en la denuncia, como la Unión Cristianosocial de Baviera (CSU), cuyo patriarca, Franz Josef Strauss, le había llevado ya a tribunales.

Buenas intenciones y malos amigos

Independientemente de las acusaciones, cierto es que Günter Wallraff es otro triste ejemplo de aquellos intelectuales de izquierda que quisieron un mundo más justo y lucharon por las libertades civiles aliándose, paradójicamente, con una dictadura. Su despertar empero, sólo llegó cuando el régimen comunista no lo consideró más útil y le recortó sus propios derechos.

Las nuevas revelaciones sobre el pasado de Wallraff saltaron a la opinión pública a través del diario "Die Welt", del grupo Springer – asimismo editor de "Bild"-. Ello permite al escritor aseverar que se trata de las acusaciones de siempre, lanzadas por los eternos enemigos. Sólo que, ahora, el caso ha adoptado una nueva perspectiva para la oficina Birthler, en cuyas actas consta que "W" dejó de trabajar en 1973, tras comprobarse que era un individuo "no fiable, inconsistente y olvidadizo". Como ya lo dijera el propio Bertold Brecht, "la revolución se devora a sus propios hijos".