Violencia juvenil
15 de septiembre de 2009
El Süddeutsche Zeitung, de Múnich: “La observación mediante cámaras de todos los convoyes y todas las estaciones mejora el sentimiento de seguridad de los pasajeros, pero no puede evitar actos de violencia. Cuando mucho, puede coadyuvar en la investigación posterior. La seguridad sólo puede incrementarse con la presencia de policías en autobuses, subterráneos y trenes regionales. Más fuerzas privadas de seguridad sobre las cuales el Estado no tiene influencia, no son la solución. El Estado no debe privatizar, ni siquiera en parte, el monopolio de la violencia.”
Conclusión amarga
El Neue Ruhr/Neue Rhein Zeitung, de Essen: “Puede que se trate de una conclusión amarga, pero en todas las épocas ha habido criminalidad juvenil y víctimas de ella. También las habrá en el futuro, en una sociedad individualista y carente de valores, en la cual las redes de control social han sido desgarradas desde hace mucho tiempo. El odio asesino, los destructores complejos de inferioridad y la impúdica embraguez no seán anuladas por un par de párrafos legales.”
Valor civil
El Stuttgarter Zeitung, de Stuttgart: “El hombre que murió en Solln podría seguir con vida si uno o dos pasantes además de él hubieran actuado. Sin duda, los criminales son quienes lo golpearon hasta la muerte. Pero quien permanece indiferente también tiene una responsabilidad.”
¿Prisión o educación?
En Zúrich, Suiza, el Tages-Anzeiger: “Nadie cambia tanto como un adolescente, y esto vale ambién para aquellos con alto potencial delictivo. Quien envía a la cárcel a un joven de esta edad, le impone anticipadamente un estigma como si fuese un caso sin esperanza. Ello además contradice las metas del código penal juvenil, que es un ejemplo en toda Europa al utilizar la educación como forma de reintegración social.”
Semilla de desconfianza
Le Monde, de París, aborda el problema de la carrera armamentista en Sudamérica: “Argentina, Brasil, Chile y Uruguay comparten misiones de paz; por ejemplo, en Haití, que han contribuido a la confianza entre sus ejércitos. En cambio, el presidente venezolano, Hugo Chávez, promueve un clima guerrerista al cual contribuyen sus alianzas con Rusia, Bielorrusia e Irán. A partir de 2003, Venezuela duplicó su gasto militar. Debe mencionarse en este contexto el acuerdo entre Bogotá y Washington para el establecimiento de siete bases militares colombianas. Colombia combate a una guerrilla que saca provecho de las porosas fronteras con Venezuela y Ecuador. La presencia militar estadounidense en estas bases constituye un intento de disuasión ante cualquier posible ataque.”
Editora: Cristina Papaleo