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Reforma de mercados financieros se vislumbra

13 de julio de 2010

En la cumbre del G-20 en Toronto se avanzó bastante poco en el importante tema de la reforma de los mercados financieros. Sin embargo, la impresión de que para los bancos nada ha cambiado, no es correcta.

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La crisis fue cara: casi un tercio del producto interno bruto mundial –así lo ha calculado el presidente del Banco Central Europeo, Jean Claude Trichet- acabarán por desembolsar los contribuyentes del mundo entero para evitar una depresión. Eso se puede hacer una vez, opina Trichet; una segunda vez, el mundo no se lo puede permitir. Por ello hay que hacer lo posible para evitarlo, para evitar crisis futuras de esas dimensiones.

El punto de partida de la crisis

Esta aseveración goza de una aprobación ilimitada. Seguro que uno puede ser de otra opinión cuando se trata de la política de interés bajo de las instituciones emisoras, que inundan el mundo con dinero barato. Es que ese dinero barato, condicionado por la política de interés cero del banco emisor estadounidense posterior al 11 de septiembre, ha sido uno de los puntos de partida de la última crisis.

Por el momento me falta fantasía para pensar en una alternativa a la política del dinero barato si no se quiere estrangular la recuperación paulatina de la coyuntura. Claro está también que la crisis aún no ha pasado, recaídas son posibles en cualquier momento. La crisis sólo ha adquirido una nueva dimensión; se esconde en estadísticas, en columnas de números y se alimenta de la gigante deuda que ha acumulado el mundo.

Promesas de Londres y Pittsburgh

El mundo, por ello, se ha visto presionado a hacer una promesa: ni un solo producto financiero, ni un solo actor y ningún mercado financiero debe quedar sin vigilancia. La promesa fue hecha en la cumbre del G-20 el año pasado en Londres y en Pittsburgh. Hace dos semanas, en Toronto, las palabras fueron bastante más modestas: hasta poder cumplir esta promesa todavía hay mucho por hacer. La siguiente estación de los asistentes a la cumbre es, en seis meses, en Seúl. Sin embargo la probabilidad de que en Corea del Sur no se escuchen más que sermones dominicales no es poca.

Pronto se cumplirán dos años del crash de Lehman Brothers y la intención de ponerle riendas al capitalismo financiero se vuelve lentamente seria. A primera vista parecen muchas piezas de rompecabezas. Sin embargo, si uno mira bien, se va percibiendo la silueta de una nueva arquitectura del mercado financiero. La mayor pieza viene de los Estados Unidos. Con seguridad, la directiva propuesta por Obama ha dejado muchas plumas en su camino a través de las instituciones; sin embargo el banco emisor estadounidense tiene todo el poder para lograr un sistema financiero estable, tiene incluso la posibilidad de exigir transparencia en los peligrosos fondos especulativos. También habrá un procedimiento de insolvencia ordenado para los bancos en aprietos.

Las medidas europeas

En Europa se ha empezado con la limitación de las bonificaciones a los ejecutivos de los bancos; pronto no será permitido premiar las especulaciones peligrosas con primas exhorbitantes. Se premiará la sustentabilidad de las inversiones. Con ello, así se espera por lo menos, se le quita atractivo al juego de azar. Además se prevé nuevas reglas para el capital propio de los bancos.

Bajo la palabra clave Basilea III, el Banco de Pagos Internacionales (Banc for International Settlements) con sede en Basilea se encuentra preparando un catálogo que define cuánto capital privado y cuánta liquidez deben conservar los bancos en un futuro. Con ello los institutos, aunque en un comienzo sea doloroso, serán más resistentes a las crisis y más robustos. Si además de esto, habría que estipular un aporte bancario a un fondo de crisis, es discutible. Pero esto es algo que suena bien en los oídos del contribuyente, pues finalmente fue él quien con su dinero salvó a ciertos bancos de la quiebra.

Autor: Henrik Böhme
Editora: Emilia Rojas