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Pugna comercial trasatlántica

mb17 de noviembre de 2003

Si Estados Unidos no baja los aranceles aduaneros al acero, la Unión Europea impondrá severos gravámenes a los productos norteamericanos. La primera batalla frontal podría empezar pronto.

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Dos actores de la obra de teatro trasatlántica: el comisario europeo Pascal Lamy y la OMC.Imagen: AP

La pugna entre Estados Unidos y la Unión Europea originada en los aranceles aduaneros sube en volumen y aspereza. Los europeos acusan a los norteamericanos de querer proteger su endeble industria del acero con unos aranceles aduaneros desproporcionados, y los norteamericanos se quejan de que los europeos no permiten la entrada a su carne tratada con hormonas y sus cereales genéticamente manipulados.

El árbitro es la OMC

La Organización Mundial de Comercio (OMC), que es la encargada de mediar en las escaramuzas, en 76 de los 282 casos presentados ante su jurisdicción entre 1995 y 2002 dictaminó que los "malos" habían sido los norteamericanos. Igual sucedió hace pocos días: los jueces de Ginebra dictaminaron que los aranceles de hasta el 30% previstos por George W. Bush para las importaciones de acero, por un período de tres años, no tienen nada que ver con un comercio mundial justo.

Golpe comercial y político

El comisario europeo Pascal Lamy exige, entonces, que hasta el 15 de diciembre del año en curso desaparezcan los aranceles. Posible es al parecer, pues sólo se requiere una decisión del presidente. De no acatar Estados Unidos el veredicto de la OMC, la UE puede gravar las exportaciones norteamericanas con hasta 900 millones de euros, y la Navidad los encontraría en pleno fragor de la batalla. Y es que Lamy y sus muchachos están dispuestos a gravar no sólo acero y equipo nuclear, sino también yates, fotocopiadoras y artículos de cuero provenientes sobre todo de Florida, California y Pensilvania. Esto último es un golpe para la economía, sí, pero lo es más para Bush, quien con vistas a las elecciones presidenciales del próximo año que no puede dormirse precisamente en los laureles en esos Estados.

Para bailar tango se necesitan dos

Bruselas, evidentemente, sabe lo que hace, pues tampoco es el mejor ejemplo del libre comercio. De hecho, desde 1998 se niega a permitir la importación tanto de carne vacuna tratada con hormonas como de maíz genéticamente manipulado. La OMC aduce que hace falta evidencia científica que justifique tal medida. Ella no existe, pero la UE se pasa por alto el veredicto. Estados Unidos no puede garantizar la ausencia de hormonas, y grava con unos 100 millones de euros anuales determinados y muy bien seleccionados productos de Francia, Bélgica y Alemania.

Si en el conflicto por las importaciones de alimentos procedentes de Estados Unidos está aún todo por dirimir, en el del acero, los gritos ya están puestos en el cielo. En su última declaración, el presidente de Estados Unidos habla de que tomará una decisión en "un tiempo prudencial". Acusaciones van, aranceles vienen, medidas coercitivas están a la puerta. Según Lamy, el tiempo de la prudencia podría terminarse el 6 de diciembre.