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Primer juicio por el 11 de septiembre

22 de octubre de 2002

En la Audiencia Territorial de Hamburgo se inició el primer proceso contra un presunto cómplice de los atentados del 11 de Septiembre. El marroquí Mounir el Motassadeq negó los cargos de que le acusa la fiscalía.

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Extremas medidas de seguridad en el tribunal de Hamburgo.Imagen: AP

La Justicia alemana es la primera en llevar al banquillo de los acusados a un presunto implicado en los atentados contra el World Trade Center y el Pentágono. Y no es de extrañar que la batalla judicial por adjudicar responsabilidades penales concretas comience en este país, dado que la llamada "célula hamburguesa" desempeñó un papel clave en la preparación y ejecución del golpe extremista, a juzgar por todos los datos conocidos hasta la fecha.

Los cargos de la fiscalía

Mounir el Moatassadeq, un estudiante marroquí de 28 años, es acusado de complicidad en el asesinato de más de 3. 000 personas y de asociación ilícita. De acuerdo con la fiscalía, fue él quien hizo llegar dinero a los pilotos suicidas y se ocupó de arreglar sus asuntos prácticos cuando se encontraban en Estados Unidos, tomando clases de vuelo, para que su ausencia pasara inadvertida. La acusación sostiene que actuó con la ayuda de Said Bahaji, hijo de una alemana y un marroquí, quien desapareció de Hamburgo poco antes del 11 de septiembre del 2001 y es buscado con orden internacional de captura.

Sin embargo, la trama es difícil de reconstruir y corresponderá a la fiscalía probar que el acusado conocía el proyecto terrorista y colaboró a sabiendas en su puesta en práctica. El Motassadeq lo negó hoy categóricamente en la primera jornada del juicio. En cambio, no tuvo problemas en explayarse sobre la relación que lo unió a Mohammed Atta, considerado el cabecilla de la célula de Hamburgo.

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No se admitieron cámaras en la primera jornada del juicio a El Motassadeq.Imagen: AP

La amistad de Atta

Ambos se conocieron en la Universidad Técnica de Hamburgo, donde estudiaban y luego trabaron amistad, reuniéndose con frecuencia en una mezquita donde oraban, según relató a la corte. En su declaración, aseguró que jamás vio a Atta impartir órdenes, y negó que ejerciera una influencia especial sobre los demás. Por lo demás lo definió como un profundo conocedor del Islam, con quien conversaba a menudo de temas religiosos y políticos, sin que defendiera una corriente en particular.

Mottasadeq, quien aseguró ante el juez no creer en la violencia como un medio para resolver conflictos, afirma hasta el día de hoy no poder creer que su amigo haya estrellado un avión contra la torre norte del World Trade Center.

¿Simples favores?

Sus defensores tampoco niegan su vinculación con otro de los protagonistas del atentado suicida, Marwan Al Shehhi, oriundo de los Emiratos Árabes Unidos. Reconocen, por ejemplo, que pagó sus cuentas de arriendo y gas, así como la cuota de un semestre de estudios, pero niegan que haya enviado dinero a Estados Unidos o que haya tenido poder sobre su cuenta bancaria.

Ciertamente, pagar ese tipo de gastos por encargo de un amigo no es un delito. Probar que formó parte de un sangriento complot ya es más complicado. Al margen de los múltiples indicios existentes, el punto más concreto en que se apoya la fiscalía es la estadía que tuvo El Motassadeq en un campo de entrenamiento en Afganistán. Pero los abogados también se han apresurado a dejar en claro que miles de personas pasaron por esos campamentos, sin haber perpetrado luego actos terroristas. En suma, queda mucho camino por recorrer en este juicio, que ya tiene fijadas 36 audiencias hasta enero del año entrante.