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La pasión detrás de las cruces

28 de marzo de 2010

Detrás del símbolo de la cruz no sólo se esconden el duelo y la tristeza, sino también la esperanza en una vida mejor. Las cruces del camino de Alemania son una señal de que es posible vencer a la muerte.

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La tradición de la cruz no muere en Alemania.Imagen: Freefoto

La cruz es un símbolo que todos entienden. Una cruz al borde del camino da a entender que allí murió alguien. Una cruz en la pared refleja el reconocimiento a un valor, para algunos, vital. En Baviera, Alemania, se vive día a día con la cruz. En muchas calles se erigen los Marterl, cruces del camino en forma de pequeños monumentos, decoradas con flores. En ese estado alemán, el más grande del país, la cruz forma parte natural de la cultura y de la vida. Y eso puede hasta contagiar a quienes nunca han vivido rodeados de tales símbolos.

Un sueño y una promesa

Autobahnraser Urteil in Karlsruhe, Kreuz von Jasmin und Rebecca
Cruces del camino en memoria de víctimas de accidentes.Imagen: AP

En la localidad de Garmisch-Partenkirchen, en Baviera, las montañas se acercan al cielo. Arriba se ve la cumbre gris del Kreuzeck. Abajo, entre unos pajares, una gran cruz en el camino: la cruz de Alexa Schlüter. “En 2004 estuve muy enferma de cáncer, y, en el hospital, soñé con esta cruz en el camino. Entonces prometí que, si me sanaba, haría una nueva figura de Jesús para esa cruz”, cuenta Alexa Schlüter.

Alexa Schlüter se curó y no olvidó ni su sueño de la cruz ni su promesa. Encontró al granjero a quien pertenece la cruz y mandó a tallar una nueva. El crucifijo había pertenecido al abuelo del campesino, que lo había construido antes de marchar a la guerra.

“En la primavera de 2005 hicimos oficiar una misa a la que acudieron conocidos, familiares y hasta el alcalde”, continúa. Alexa Schlüter es oriunda de Renania, y la cultura de las cruces se transformó para ella en algo de importancia vital. “Estoy muy contenta de haber podido cumplir con mi promesa, y de haber podido expresar mi agradecimiento”, asegura.

Símbolo de esperanza y llamado de atención

Kruzifix
Crucifijo en la Catedral de Passau, Baviera.Imagen: Bilderbox

Muchas cruces del camino del sur de Alemania tienen una historia particular. Algunas se erigieron para recordar a alguien que murió asesinado, a un granjero muerto en un accidente o en la guerra. También para elevar un deseo de bendiciones, salud y buen clima para la cosecha. La cruz como monumento, o como llamado de atención, como símbolo de Dios, es una tradición que no muere.

Sólo hay que mirar los bordes del camino para asegurarse de que es así. Allí se descubren los nuevos Marterl, las nuevas cruces que indican que hubo un accidente mortal, decoradas con flores, fotos y hasta animales de peluche. Son homenajes a la memoria. La teóloga protestante Inken Mädler dice que la cruz es un símbolo muy vital, de doble significado. Es tanto un símbolo de la muerte y del duelo como un símbolo de la esperanza.

“Tal vez es por eso se apela a este símbolo en busca de ayuda, de esperanza en un reencuentro, sea como sea, de esperanza en el fin del dolor. Y todo eso se articula a través de la cruz, conciente o inconcientemente”, explica Inken Mädler.

Aceptar la muerte y honrar la vida

Katholische Kirche Symbolbild Kreuz
Cruz de la Iglesia Bottenbroich en Frechen, Renania del Norte.Westfalia.Imagen: dpa - Bildarchiv

“Una mañana, nunca olvidaré ese día, el 14 de mayo de 1999, un agente de policía tocó el timbre de mi casa. Pensé ‘¿qué querrá?'. Pasó, nos sentamos, y me dijo ‘Su hija tuvo un accidente grave'…”, relata Helmut Fritzche, bávaro por elección, que hizo erigir su propia cruz y hasta una pequeña capilla. Al morir su hija en un accidente automovilístico no tuvo dudas de que lo debía hacer era construir una capilla ‘en memoria de Tatjana y para honrar a Dios'. Eso es lo que reza la leyenda en la cruz que hoy ocupa un lugar en la capillita.

“Esto es en honor a Dios Todopoderoso, y luego, en segundo lugar, a mi hija. Es una señal de que acepto la muerte de mi hija como algo que tiene un sentido, aún cuando yo no pueda entenderlo. Dios es increíblemente inteligente y poderoso, y eso la Iglesia no lo hace notar lo suficiente. Dios creó un mundo con su enorme inteligencia”, constata Helmut Fritzsche.

Cualquiera tiene una tumba, dice Helmut Fritzsche, pero no todos tienen una capilla, un lugar personal al que ir. Eso, para él, es un símbolo de que pudo aceptar la horrible muerte de su hija. Y se alegra de que muchos caminantes entren a su capilla, que se ha convertido en un descanso espiritual.

“Lo que me parece espantoso es dispersar las cenizas de alguien que ha fallecido a los cuatro vientos. En cambio, una capilla es un lugar a dónde ir. No se puede espantar a la muerte, pero se puede tratar con ella y seguir viviendo”, concluye el padre de Tatjana.

Autor: Matthias Morgenroth/ Cristina Papaleo
Editor: José Ospina Valencia