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La dimisión de Powell

16 de noviembre de 2004

La renuncia de Colin Powell abre una serie de interrogantes acerca de la futura política exterior del gobierno estadounidense, tema que aborda ampliamente la prensa europea en sus comentarios.

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Powel argumenta en la ONU a favor de la guerra contra Irak, en el 2003.Imagen: AP

El Tagesanzeiger, de Ginebra, apunta: “En realidad, Colin Powell debería haber renunciado cuando comenzó a perfilarse el fiasco de Irak. Concretamente, cuando el 5 de febrero del 2003 expuso ante la ONU las razones por las que Estados Unidos quería intervenir en Irak y presentó ‘pruebas’ de que Saddam Hussein poseía armas de exterminio masivo, en parte a sabiendas de que no era así. (...) Pese a todo, Powell siguió siendo hasta el final el miembro más popular del gabinete de George W. Bush, gozando de una cuota de aceptación con la que el presidente ni sueña. Puede que sus orígenes, como hijo de un inmigrante de color, le hayan sido de ayuda. Pero Powell todavía irradiaba calidez humana en un Washington que se había vuelto gélido después del 11 de septiembre del 2001”.

La debilidad de Powell

El Financial Times, de Londres, opina: “La mayor debilidad de Powell consistió en no tener estrechas relaciones con el presidente George W. Bush, ni con sus propios oponentes internos, el vicepresidente Dick Cheney y el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. Powell perdió progresivamente el control de la política exterior. Pese a ello, su despedida ha causado preocupación en Europa. Porque, si bien su papel se volvió cada vez más simbólico, Powell siguió siendo el nexo con la época previa al 11 de septiembre del 2001, cuando los tratados y las alianzas internacionales todavía significaban algo. La elección de su sucesor será una importante señal para ver si el gobierno estadounidense tiene algún interés en retornar a esa era de las alianzas o si el triunfante presidente prefiere rodearse de sus acólitos”.

¿Qué será de Rumsfeld?

El Corriere della Sera, de Milán, comenta: “No es una sorpresa. Powell ya había dado a entender en el verano que quería retirarse. (...) Pero ahora se cuenta con tres o cuatro cambios más. La atención del mundo se centra, principalmente, en el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. La sucesión en el Departamento de Estado y la suerte que corra Rumsfeld -quien lidera a los halcones, tras el vicepresidente Cheney- darán un indicio de si la política exterior de Bush cambiará en los próximos cuatro años, y en qué sentido. Condoleezza Rice es considerada políticamente más conservadora que Powell y, como ministra de Relaciones Exteriores, podría prescindir de una línea blanda”.

El sello de Bush

Die Welt, de Berlín, se muestra más optimista: “La política estadounidense de los últimos cuatro años no llevaba la firma de Powell, sino la del presidente. En eso no habrá cambios. Fortalecido por el resultado electoral, Bush demuestra su poder, también en materia de política exterior. No es que ésta vaya a volverse más radical. Por el contrario. Las primeras declaraciones que formuló tras las elecciones insinúan que Bush no desea endurecer la línea seguida hasta ahora. Varias veces aludió a la necesidad de cooperar con los aliados. En general da la impresión de que, tras las dificultades surgidas en Irak, Washington de ninguna manera se inclina por lanzarse a otras aventuras como la de Bagdad.”