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La batalla política de Bagdad

29 de abril de 2003

Representantes de los principales grupos religiosos y sociales de Irak acordaron convocar en el lapso de un mes una conferencia nacional para configurar un gobierno de transición.

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Conferencia en Bagdad: el arduo camino hacia la democracia.Imagen: AP

Tras su victoria militar contra el régimen de Saddam Hussein, Estados Unidos se ve enfrentado ahora a una empresa bastante más complicada que la guerra misma: instaurar en Bagdad una democracia que, según la visión del presidente estadounidense, George Bush, habría de servir de ejemplo para toda la región.

Comparaciones históricas

El secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, de visita en la región, no se cansa de mostrar satisfacción por los logros de su país y este lunes comparó el derrocamiento de Saddam con la caída del muro de Berlín o la liberación de París, tras la II Guerra Mundial. Pero Irak no es equivalente a la Alemania que sobrevivió al nazismo ni a la Francia de la posguerra. Ni la historia ni la cultura iraquí favorecen los proyectos estadounidenses de democratización, que ya se están topando con la compleja realidad local.

Las promesas de democracia con que el jefe de la administración civil estadounidense, el general en retiro Jay Garner, abrió este lunes un segundo encuentro con diversos grupos iraquíes en Bagdad, distan de adquirir formas concretas. Cierto es que la concurrencia de representantes de las principales colectividades étnicas y religiosas del país fue más nutrida que en la reunión previa, sostenida el 15 de abril en Nasiriya, y que también acudió el Consejo Supremo de la Revolución Islámica en Irak, organización que había boicoteado las conversaciones. Igualmente se resolvió hacer todo lo posible para convocar en cuatro semanas una conferencia nacional, para formar un gobierno de transición. Pero hasta ahí llegan las buenas noticias para Washington. Es más: el éxito que supondría haber llevado a la mesa de diálogo al influyente Consejo Supremo de la Revolución Islámica adquirió un carácter relativo, debido a informaciones según las cuales no asistieron delegados de primera línea a la cita de Bagdad.

Influencia religiosa

Sea como fuere, el hecho es que no se ha zanjado con ellos la cuestión de fondo, sobre cuánta influencia habrá de tener la religión en el futuro gobierno iraquí. Estados Unidos, ciertamente, no está dispuesto a permitir que el Consejo Supremo de la Revolución Islámica lleve adelante su aspiración de establecer un estado teocrático, al estilo del iraní. Pero no será simple negociar un acuerdo. Desde ya, unos 10 mil manifestantes chiítas demandaron asignar un mayor peso a sus líderes religiosos en el reordenamiento político del país.

También está por verse hasta qué punto otros sectores, como los kurdos del norte, están dispuestos a posponer sus propias reivindicaciones, en aras de mantener la unidad territorial de Irak y posibilitar el establecimiento de una democracia representativa. De seguro, el pueblo iraquí desea tener realmente derecho a voz y voto, como lo indicó Hussein Sadr, representante del Consejo Islámico, procedente de Londres. Pero nada garantiza que su visión del futuro coincida con la que pretende materializar Washington, cuyo mayor desafío consiste ahora en cimentar políticamente el triunfo militar.