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Fischer en la línea de fuego

14 de febrero de 2005

El canciller alemán, Gerhard Schröder, reiteró su total respaldo a su ministro de RR.EE., Joschka Fischer, quien asumió la responsabilidad política por eventuales fallos en la política de concesión de visas.

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Por un puñado de visas: Fischer en aprietos.Imagen: dpa/AP/DW

La oposición cristiano-demócrata cree haber encontrado el flanco débil de la figura más popular de la esfera política alemana: el ministro de Relaciones Exteriores, Joschka Ficher, del partido de Los Verdes. Imbatible desde hace años en las encuestas e inmune a los magullones que ha sufrido la imagen del gobierno por su política de reformas y su incapacidad para resolver el problema del desempleo, el jefe de la diplomacia de Berlín se ve actualmente confrontado con un asunto tan desagradable como desafortunado. Se trata de irregularidades en los visados para viajar a Alemania otorgados en el Este de Europa y particularmente en Ucrania.

Problema de antigua data

Los orígenes del asunto, que los conservadores tildan de escándalo, se remiten a comienzos del año 2000, cuando entró en vigor un decreto del Ministerio de Relaciones Exteriores de Berlín, en que se ampliaban las facultades de los consulados para determinar si debían o no otorgar una visa y se los instruía para que, en caso de duda, optaran en favor de la libertad de viajar.

Esa no fue, sin embargo, la primera medida que facilitó la entrada a territorio germano. Desde la década del 90, determinadas empresas de turismo podían tramitar las visas para sus clientes, sin que éstos tuvieran que presentarse personalmente en los consulados. Adicionalmente, desde 1995 las personas que deseaban viajar a Alemania podían adquirir un seguro que cubría diversos riesgos, como el de una eventual enfermedad, siendo entonces liberadas del requisito de contar con un aval en el país.

Contrabando humano

El sistema de obtención de visas a través de las empresas turísticas se suprimió a mediados del 2001. En cambio, a comienzos del 2002, otro decreto permitió la venta de los citados seguros de viaje directamente en el extranjero. A partir de entonces, la situación se volvió candente en Ucrania. Largas colas se formaron ante el consulado alemán en Kiev, que no daba abasto, mientras vendedores ambulantes ofrecían los seguros en cuestión por precios de hasta mil dólares. Tal práctica se suspendió finalmente, a nivel mundial, en abril del 2003. Entretanto habían llegado a Alemania miles de personas, de las cuales muchas pueden haber seguido a otros países de la Unión Europea.

Según la oposición alemana, todo esto favoreció el negocio ilegal de “contrabandear” personas hacia Europa occidental y hasta la prostitución forzada. Los Verdes niegan esa relación y respaldan plenamente a su figura más destacada, denunciando una campaña conservadora contra Fischer. También el canciller Gerhard Schröder expresó su plena confianza en su ministro de Relaciones Exteriores, asegurando que no prosperarán los intentos de provocar su caída. El propio Fischer, entretanto, se declaró dispuesto a asumir la responsabilidad política del caso y a presentar testimonio ante la comisión parlamentaria que se formó para investigar el asunto. Pero de ahí a pensar en renunciar hay un largo trecho que Fischer no piensa recorrer.