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Eventualmente falso

PK8 de septiembre de 2006

Los arqueólogos recurren cada vez más las ciencias naturales para responder a sus interrogantes: una metodología no libre de riesgos.

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Hallazgo de una momia en Mongolia, de 2500 años de antigüedad: ¿cuán fehacientes son los datos?Imagen: AP

Los métodos de las ciencias naturales proporcionan a veces soluciones a los problemas arqueológicos, pero éstas pueden ser más aparentes que reales.

En el II Simposio Internacional de Arqueología Biomolecular, que se acaba de realizar en Estocolmo, arqueólogos de todo el mundo discutieron el potencial y los riesgos de los métodos modernos de análisis en su disciplina.

La cuestión central es ¿qué datos bioquímicos pueden ser analizados realmente en materiales tan antiguos? Esos materiales, de los que se intenta derivar informaciones, son huesos y cuero, pero también pueden ser dientes, plantas o restos de alimentos en recipientes.

Algunos de esos datos se han conservado a lo largo de los siglos o milenios, otros se han modificado, es decir degradado, y no están contenidos ya por completo en los materiales, por ejemplo en el caso de la herencia genética.

La cúspide de la cadena

Pero también existen otros datos, los llamados isotopos estables, es decir, determinadas sustancias químicas que no son radiactivas, por lo cual no pueden degradarse y que los investigadores pueden analizar aún hoy.

Métodos como espectrometría de masa o la sonda láser han permitido analizar con precisión algunos hechos importantes que marcan la historia del ser humano. Otras tecnologías, como la espectrometría gamma no destructiva y la resonancia paramagnética electrónica (RPE), permiten estudiar ahora elementos antes inaccesibles.

Con esos datos se puede saber de dónde proviene una planta o un animal o cómo se alimentaba el animal que se comió la planta. Se dice que se es lo que se come. Sin embargo, ello no es así en el ser humano. El ser humano no es lo que come. La razón: el ser humano está en la cúspide de la cadena alimentaria.

En otras palabras: los animales comieron una determinada planta y el ser humano comió al animal. Pero como los seres humanos cocinan la carne, los datos se modifican. Es decir, que el factor de inseguridad es bastante grande.

Lo mismo sucede cuando se analizan huesos con los que se quiere determinar la edad de un individuo. Los huesos de niños indican otra edad que los huesos de adultos. El problema viene con la interpretación: ¿puede sacarse de un individuo conclusiones para toda una población? ¿Representa un ser humano realmente la población de determinada época que quiero analizar?

Lo mismo vale para el análisis de la herencia genética, donde es incluso más difícil, porque los datos van cambiando con el correr del tiempo.

Imprescindible: evaluar los métodos

¿Qué proponen entonces los científicos? En principio, en Estocolmo se abogó por evaluar todos los métodos de los que se dispone. ¿Funcionan? ¿Cuales son los factores de inseguridad? ¿Deben los datos ser controlados por otros laboratorios, para comparar resultados?

El análisis de isotopos estables y ADN antiguo permiten acceder a increíblemente muchos datos del pasado. Se puede ver qué plantas y animales fueron aprovechados por el ser humano con el correr del tiempo, qué comió el ser humano en diferentes regiones, cuándo se comenzó a beber leche, etc. Pero ello sólo es posible si los datos y los métodos son los correctos. En eso, todos los arqueólogos estuvieron de acuerdo en Estocolmo.