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El lujo de la ecología

ers30 de marzo de 2004

Justo a tiempo para presentar su plan a la Unión Europea, el gobierno de Alemania logró un acuerdo sobre la reducción de emisiones de gases tóxicos, tras una dura pugna entre los ministros de Economía y Medio Ambiente.

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Pugna de trasnoche, al más alto nivel.Imagen: AP

Enconada fue la disputa entre dos viejos contrincantes: la industria y la ecología, representadas por el ministro de Economía, Wolfgang Clement, y el de Medio Ambiente, Jürgen Trittin. Tan enconada, que amenazó con provocar una seria crisis de gobierno en Berlín y forzó al canciller alemán, Gerhard Schröder, a intervenir personalmente. Hacia dónde se inclina su corazón quedó claro en la maratónica reunión, que culminó a altas horas de la madrugada con un acuerdo plenamente satisfactorio para los industriales.

Un revés para el medio ambiente

En la actualidad, las grandes industrias de Alemania emiten a la atmósfera 505 millones de toneladas de gases tóxicos. La cantidad ha de reducirse a 503 millones para el año 2007 y, posteriormente, a 495 millones de toneladas. Son cifras que, en la práctica, resultan casi insignificantes y que difieren de las expectativas del ministro del Medio Ambiente, quien preveía una reducción de 17 millones de toneladas. Pero, en tiempos de crisis económica, pesaron más los argumentos del jefe de la cartera económica.

Cierto es que ambas partes destacaron la sensatez del acuerdo, que salvaguarda la competitividad de las empresas germanas y, a la vez, da una señal en favor de la protección ambiental, según Clement. Pero esas son las clásicas explicaciones que se entregan cuando no se quiere declarar a un perdedor. Y lo hubo, sin duda. Sven Testke, portavoz de Greenpeace, expresó lapidariamente su conclusión: "Alemania se despide de la defensa del clima".

Demasiado riesgo

En rigor no hay que ser tan tremendistas como los dirigentes de Greenpeace, porque los germanos siguen empeñados en avanzar en materia ecológica y no hacen un mal papel a escala internacional. Pero, por ahora, parece que el gobierno sigue viendo la protección del medio ambiente como una especie de lujo, que el país sólo se puede permitir en tiempos de bonanza. Ante la sola perspectiva de forzar a las empresas a invertir para reducir la contaminación que provocan, o a pagar por la compra de "certificados" que les permitan copar las cuotas de emisión correspondientes a otros, suena la alarma. Todo lo que pudiera interferir con el incipiente repunte económico y, con ello, poner en peligro un número indeterminado de puestos de trabajo, resulta demasiado arriesgado para el canciller Schröder, de por sí agobiado por las malas notas que le asigna la opinión pública.

En consecuencia, las grandes empresas, como las siderúrgicas, no tienen de qué preocuparse. Distinto es el caso de otras áreas, como el transporte y la construcción de viviendas, que tendrán que hacer un aporte mayor para alcanzar las metas de reducción de dióxido de carbono, fijadas para el año 2012 en el Protocolo de Kyoto. Por lo demás, el acuerdo contempla que el Parlamento revise las pautas para la asignación de derecho de emisión de gases contaminantes, antes de darle su visto bueno. La intención es que compare los planes de otros países de la Unión Europea al respecto, para asegurarse de que las empresas alemanas no queden en desventaja.