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Blair, libre de culpa

Eva Usi15 de julio de 2004

El informe Butler exoneró a Tony Blair de todo intento de manipular la información sobre las supuestas armas de destrucción masiva de Irak. Sin embargo su imagen ante la opinión pública se ha deteriorado.

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Blair volvió a salvar la piel.Imagen: AP

Tony Blair podrá respirar con alivio. Después de que en enero pasado el reporte del magistrado Lord Hutton, responsabilizara a la BBC de haber cubierto equivocadamente la política de Irak del gobierno británico, ahora Lord Butler acusa a los servicios secretos en su reporte. Para el primer ministro, el resultado significa un fortalecimiento dentro del partido laborista, algo que esperaba desde hace meses. Sin embargo, su imagen ante la opinión pública quedó dañada.

Las investigaciones de Lord Butler sobre los fallos en la información de los servicios secretos en torno a las armas de destrucción masiva de Irak concluyen que el gobierno no actuó de mala fe al decidir invadir al país árabe. Mientras que Blair ha sido liberado de toda culpa, los servicios secretos quedaron desacreditados y como consecuencia su influencia se verá debilitada a largo plazo. Pese a que el informe Butler señala que los servicios de inteligencia aportaron valiosa información sobre Irak, John Scarlett, autor del dossier sobre las armas de destrucción masiva, falló en transmitir al gobierno las dificultades para confirmar la información proporcionada por sus fuentes.

Chivo expiatorio

Lord Robin Butler zu Irak Krieg
Lord Robin Butler, autor del reporte sobre los fallos de inteligencia.Imagen: AP

Los servicios de inteligencia debieron estar en condiciones de impedir que llegara a la opinión pública la controvertida afirmación del gobierno de que Irak podía usar armas de destrucción masiva en un lapso de 45 minutos. Precisamente esta frase fue el detonante para que la opinión pública apoyara la guerra. Así se ha encontrado al chivo expiatorio. Fue John Scarlett, el futuro jefe del M16, los servicios secretos del exterior, quien coordinó la inteligencia defectuosa del Reino Unido. Como cerrándole el ojo al condenado, Butler externó su esperanza por que Scarlett no renuncie a su cargo.

El reporte Butler seguramente abrirá la discusión en las filas laboristas sobre el futuro político de Blair. El partido sabe que su primer ministro es una figura política singular y su delfín, el canciller del Exchequer, Gordon Brown, seguirá mostrándose complacido con su lugar en la segunda fila. Seguramente Blair logrará reconciliarse con las bases durante el próximo Congreso del partido en otoño, lo que le permitiría lanzarse a la reelección y obtener un tercer mandato. La interrogante es si el jefe de gobierno logrará ganar los corazones de los votantes, si podrá volver a aparecer como un Bill Clinton británico. La guerra de Irak, el escándalo del caso Kelly y la manera en que Blair trató ante la opinión pública la deficiente información de los servicios secretos dañaron su credibilidad, un atributo sobre el que, como ningún otro político, ha construido su carrera. Y mientras siga habiendo 6.000 soldados británicos en Irak, seguirá habiendo preguntas incómodas.