1. Ir al contenido
  2. Ir al menú principal
  3. Ir a más sitios de DW

Aún caben pasajeros en el bote

26 de mayo de 2003

Alemania, el país europeo más rico y codiciado destino de extranjeros, se ha resistido a modernizar sus leyes migratorias. Un consejo de expertos determinará la capacidad para dar la entrada a nuevos inmigrantes.

https://p.dw.com/p/3gbQ
Un manifestante protesta contra la deportación de solicitantes de asilo: "Ningún ser humano es ilegal".Imagen: AP

Alemania, como el resto de Europa tiene un índice de natalidad muy bajo. De 82 millones de habitantes que tiene el país actualmente, en 50 años se habrá reducido a 65 millones. Por otro lado, la población envejece y es creciente el número de jubilados que esperan una justa pensión durante su vejez. Esta ecuación pone en peligro a largo plazo el sistema de bienestar al aumentar la proporción de los que perciben beneficios con respecto a los que aportan ingresos para mantener el sistema de seguridad social.

Hace unos años un estudio de la ONU lanzó una advertencia a los países industrializados: de no dar entrada anualmente a unos 500.000 extranjeros cada año, bajarán los niveles de bienestar.

El gobierno del canciller socialdemócrata, Gerhard Schröder, puso en marcha una iniciativa para atraer a expertos provenientes de países en desarrollo que estuvieran capacitados en áreas donde hace falta mano de obra en Alemania. Se diseñó un programa llamado "Green-Card", que inspirado en el modelo estadounidense, quería atraer a técnicos altamente especializados sobre todo en tecnologías de información. Sin embargo el éxito de esta iniciativa ha sido relativo, pues expertos de este tipo tienen ofertas para emigrar a otros países industrializados, y generalmente el destino más atractivo termina siendo Estados Unidos.

Alemania no es un país de inmigración

En la ciudad alemana de Nuremberg, tuvo lugar la sesión constituyente de un Consejo de expertos, que según el ministro del Interior, Otto Schily, deberá asesorar al gobierno y al parlamento en todas las cuestiones relacionadas a la inmigración. La comisión, bajo presidencia de la política democristiana Rita Süssmuth, tendrá como tarea central elaborar anualmente un estimado sobre la capacidad de Alemania para dar cabida a un mayor número de inmigrantes.

Se espera concretamente que se especifiquen cifras de refugiados e inmigrantes y su impacto en la economía y el mercado laboral. Pero el trasfondo de esta iniciativa es reducir la politización del tema y volver a la discusión objetiva. Tradicionalmente políticos conservadores han capitalizado electoralmente el rechazo a la entrada de extranjeros afirmando una y otra vez que "Alemania no es un país de inmigración".

Dos caras de una moneda

Adicionalmente Alemania tiene un problema al no reconocer el problema de los trabajadores ilegales, una población flotante que oscila alrededor del medio millón de personas. A diferencia de otros países europeos, el gobierno alemán nunca ha otorgado una amnistía a los residentes ilegales, que de facto integran la fuerza laboral aunque no contribuyen a las cajas de seguridad social. La comisión deberá abordar ésta y otras cuestiones como la integración de extranjeros. Actualmente, los casi seis millones de habitantes de origen turco en Alemania se han quedado al margen de la sociedad alemana pues muchos de ellos nunca aprendieron el idioma. Otro problema reside en el reconocimiento y revalidación de estudios profesionales realizados en países extranjeros.

Alemania no reconoce muchos de los estudios realizados en universidades de países del llamado "Tercer Mundo", pese a que el nivel académico es igual o incluso superior al de las universidades alemanas, como es el caso de ingenieros informáticos provenientes de la India. El gobierno está consciente de que el desarrollo económico, y la inmigración son dos caras de una misma moneda y que de una regulación inteligente y ágil de los flujos migratorios depende el futuro del país.