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Arte robado sale al mercado

22 de agosto de 2006

Para los museos alemanes, la devolución de obras robadas por los nazis supone la pérdida de colecciones valiosas. Pero los legítimos herederos recuperan lo que les corresponde.

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"Berlin Strassenszene", una de las subastas más esperadas de Christie´s.Imagen: AP


Varias obras de arte robadas a los judíos durante el régimen nacionalsocialista volverán a ser objeto de compraventa en el mercado del arte. La casa de subastas Christie´s ya anunció la exposición de cuatro pinturas de Gustav Klimt pertenecientes a la familia Bloch Bauer, recientemente recuperadas por la familia Altmann.

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Ronald Lauder, suma millonaria por el Retrato de Adele Bloch Bauer.Imagen: DW-TV

Como obra maestra, entre las piezas está el Retrato de Adele Bloch Bauer, comprado por el magnate estadounidense Ronald S. Lauder a la familia heredera por 135 millones de dólares. Con esta adquisición, la obra batió el record como la más cara de la historia

Arte en el exilio

Pero no fue tan fácil para la familia reclamar lo que le pertenecía. Tuvieron que pasar 68 años para que el retrato regresase a manos de sus legítimos dueños. Hasta hace poco, los cuadros colgaban de las paredes del museo Beldevere de Viena. En 1998, la heredera comenzó un litigio para recuperar las obras confiscadas por fuerzas del régimen de Hitler.

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Adele dorada de Gustav Klimt, también devuelta a sus propietarios.Imagen: DW_TV

Contra el testamento de Adele Bloch Bauer, según el cual los cuadros debían ser donados al gobierno austriaco, su marido Ferdinand cedió los lienzos a sus sobrinos, la familia Altmann. Así, Marie Altmann recuperó finalmente los cuadros apoyada por la Oficina Coordinadora de Posesiones Perdidas y por el Tribunal Supremo de EEUU.

Justa devolución

Como otros tantos cuadros, estas nuevas adquisiciones son obras robadas o confiscadas en algún momento por las fuerzas del III Reich a familias judías. Este año fue vendida en Londres una obra del expresionista austriaco Egon Schiele, también víctima de los nazis. Y se espera que otra pintura de Ernst Ludwig Kirchner, regresada a sus propietarios judíos, sea subastada en Christie´s.

Como propósito de enmienda de la barbarie nazi, Alemania firmó en 1998 la llamada Declaración de Washington, con la que se comprometía a localizar y publicar las obras confiscadas a las familias perseguidas durante el régimen a sus herederos. Según la Declaración, no existe obligación legal de devolución. Sin embargo si se recomienda buscar un justo equilibrio entre los intereses de ambas partes: los herederos de los perseguidos y los museos.

Jueces y verdugos

Mientras diversos órganos de gobierno estatales y federales (como responsables de los museos más importantes) instituyeron un proceso legal en Alemania para resolver las demandas de restitución, el proceso parece beneficiar a los antiguos propietarios en contra de los museos alemanes. Para conservar una obra en su poder, un museo tiene que aportar pruebas difíciles de conseguir: por ejemplo, el pagó de una suma razonable por obras adquiridas de familias perseguidas por cuestiones raciales entre 1933 y 1945.

Así sucedió con el cuadro de Ernst Ludwig Kirchners “Berliner Straßenszene“(1913). En apuros financieros, la viuda de su primer propietario, Alfred Hess, se vio obligada a venderlo a través de una Asociación de Arte de Colonia durante el régimen nazi. El industrial Carl Hagemann pagó la suma de 3.000 marcos de entonces. Pero hasta ahora, no se encontró un recibo con el que probar la entrega del dinero. Y los archivos de la institución ardieron en la guerra. Una vez recuperado por la familia, el cuadro será subastado por la galería Christie´s y se espera que alcance un valor entre los 18 y 25 millones de dólares.

Así, la devolución de las obras cumple con el deseo de limpiar la conciencia por los errores del pasado. Pero las dificultades en las pruebas impiden que los museos conserven su patrimonio. ¿Razón de justicia? Con perjuicio de las colecciones públicas, son pocos los objetos que quedan en manos de sus herederos tras la restitución. Una gran parte son subastados a golpe de martillo por sumas millonarias y nadie puede evitar que acaben en colecciones privadas.