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¿Alemania ante un giro en política exterior?

Emilia Rojas Sasse10 de agosto de 2005

En Berlín se perfila la posibilidad de un cambio de gobierno. ¿Qué efectos tendría una victoria de la candidata conservadora, Angela Merkel, en la política exterior germana?

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George W. Bush y Angela Merkel ya se entienden de maravillas.Imagen: dpa - Bildfunk

En la campaña electoral alemana, la política exterior tiene esta vez un papel secundario, a diferencia de lo ocurrido hace tres años, cuando se perfilaba a las claras la intervención estadounidense en Irak. En esa ocasión, el categórico rechazo del canciller Gerhard Schröder a la guerra en ciernes le valió muchos puntos ante el electorado. Hoy, en cambio, son los problemas económicos los que marcan la agenda temática, perjudicando las posibilidades de reelección del jefe de gobierno socialdemócrata. Su retadora cristiano-demócrata, Angela Merkel, tiene al menos municiones de sobra en este frente de batalla. Pero ¿qué supondría su eventual victoria para la política exterior alemana?

Angela y George

Dando un repaso a la línea seguida por la candidata conservadora alemana en los últimos años, queda en evidencia que para ella y su partido la alianza con Estados Unidos tiene primera prioridad. En plena crisis de Irak, cuando Schröder fue tratado de facto como persona non grata en Washington, Angela Merkel se jactó de ser recibida cordialmente en la capital estadounidense en su calidad de líder de la oposición berlinesa. Su partido, la Unión Cristiano Demócrata (CDU), se vio enfrentado en esa época a la complicada tarea de intentar justificar una intervención militar reprobada por la amplia mayoría de la opinión pública alemana. Y finalmente se remitió al argumento clave: la relación con Estados Unidos es vital y tiene primacía ante otras consideraciones.

El gobierno de Schröder osó contradecir a Washington transitoriamente. No obstante, también para los socialdemócratas y sus aliados verdes, a cuyas filas pertenece el ministro de Relaciones Exteriores, Joschka Fischer, está claro que Washington es un aliado fundamental. En consecuencia, tras el episodio bélico iraquí, el aparato diplomático se lanzó a toda máquina a la tarea de reparar las grietas transatlánticas, con éxito. Hace ya tiempo que Bush y Schröder vuelven a intercambiar sonrisas y cortesías, aunque el jefe de la Casa Blanca no olvida tan fácilmente y sigue teniendo sus resquemores. Angela Merkel probablemente tendría mejores cartas ante el presidente estadounidense. Pero eso no implica que podrá sacar mejor partido de su afinidad, por ejemplo, en el tema de las aspiraciones alemanas a contar con un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. La renuencia de Washington en este punto va más allá del gobierno de turno en Berlín.

El desafío europeo

Otro de los campos cruciales para la política exterior alemana es la Unión Europea. Gerhard Schröder, que al comenzar su gestión no parecía ser de los más entusiastas en la materia, terminó por convertirse en un europeísta de primera línea y estrechando filas con París, como sus antecesores. Su cruzada en favor de la Constitución europea, que terminó en estrepitoso fracaso, ha debilitado sin embargo esa yunta, considerada desde hace años un motor de la integración. Angela Merkel, por lo pronto, comulga más con la visión de Tony Blair, de una Europa más desregulada. Sin embargo, la unión política ha sido un viejo sueño de los cristiano-demócratas alemanes, desde los tiempos de Helmut Kohl, y al margen de los intereses contingentes, no sería de extrañar que también su líder, de llegar al gobierno, continuara la tradición del eje germano-francés.

En lo inmediato, sin embargo, su postura difiere abiertamente de la de Schröder con respecto a los planes de ampliación de la Unión Europea. Angela Merkel no ve con simpatía la futura incorporación de Bulgaria y Rumania. También rechaza desembozadamente el inicio de negociaciones para la adhesión de Turquía, lo cual podría valerle roces con Bush, que la favorece. Pero, si llega al gobierno, también en este punto es posible que matice su posición. Al fin y al cabo, los imperativos de la política exterior son de mayor aliento y Angela Merkel aún no ha tenido oportunidad de experimentarlos.