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El 'Picasso' alemán en París

12 de septiembre de 2002

El pintor alemán Max Beckmann fue uno de los pilares del expresionismo alemán.

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Retrato de Max BeckmannImagen: PA/dpa

El alemán Max Beckmann es considerado uno de los artistas más importantes del siglo XX en los países anglosajones. También en Francia se le reconoció como uno de los grandes, con una gran exposición del Centro Pompidou de París dedicada en 2002 a este gran exponente del expresionismo alemán, un movimiento de trazos fuertes y emotivos, quizá duros.

Sus cuadros reflejan visiones apocalípticas, crudas imágenes pintadas con colores primarios, cortantes, vibrantes de emoción. Beckmann no tuvo una vida fácil. Angustiado por los hechos y la triste realidad que le tocó vivir, su obra, al ser una forma de expresión tan personal, refleja perfectamente esos sentimientos.

Obsesión por la tragedia humana

Max Beckmann Gemälde Matrose
Pintura de BeckmannImagen: AP

Beckmann nació en 1884 en Leipzig, a los 16 años inició sus estudios de Bellas Artes en la Academia de Weimar, tuvo importantes influencias de Munch, Cézanne y Van Gogh. Desde muy joven sintió deseos de ensanchar sus horizontes. A los veinte años se trasladó a París, le impresionó la ciudad y una exposición de primitivos franceses que vió, pero mantuvo una cierta distancia con las tendencias de la época y mostró una fuerte personalidad y una independencia, que marcarían toda su obra.

Posteriormente se mudó a Berlín, donde efectuó pinturas de gran formato que justificaron su encasillamiento por la crítica en la corriente 'idealista', en línea con Has van Marées y los pintores simbolistas alemanes. 'Hombres jóvenes al borde del mar' (1905) refleja, por el contraste de los desnudos monumentales y el espacio infinito, la grandiosa fragilidad del hombre frente al poder de la naturaleza.

Tras la muerte de su madre, un año más tarde, el carácter trágico de la existencia humana se convierte en el centro de su obra. De esa época datan sus cuadros de grandes dimensiones inspirados, en gran parte, en los dramas cristianos o de la mitología. Convencido de que 'el realismo dependía del poder de las vivencias y del estilo personal', Beckmann resulta fuertemente marcado por la Primera Guerra Mundial.

Retrata el dolor de los heridos

El espectáculo de la guerra, en la que participa como enfermero, impregna su pintura de un realismo implacable, sacado del caos de las trincheras. Uno de los máximos exponentes de esta línea es 'El Obús' (1915), un cuadro en el que rompe los convencionalismos del momento con sus fuertes y oscuros trazos de los cuerpos y la estructura de la composición para tratar de reflejar la violencia de una explosión y el dolor de los heridos.

En 'La Noche' (1918-1919), Beckmann pinta una terrible escena de guerra y de tortura, en la que trata de reflejar la impotencia del hombre frente a una sociedad que camina hacia la violencia. En los años 20, junto a Otto Dix, Christian Schad y George Grosz, Beckmann se convierte en una de las figuras centrales de la 'Nueva Objetividad', donde el objeto se convierte en el centro de la obra.

Un mundo privado de valores

Naturalezas muertas, paisajes, retratos y escenas de valses,
reflejan una visión más serena del mundo. 'La Pasarela de hierro' y 'Autorretrato como payaso' son las dos obras más representativas de este periodo de posguerra, en el que el tema del circo es recurrente en su creación para representar un mundo privado de sus valores, que obliga a los hombres, confrontados a un vacío interior, a jugar roles de los que son prisioneros.

Con la segunda mitad de los años 20 llegó el reconocimiento para Beckmann, quien se instaló en París para competir con la pintura parisiense más innovadora de Picasso o de Matisse, con sus desnudos o sus naturalezas muertas. A finales de los 30, el Museo de Arte Moderno de Nueva York colgó su tríptico 'La salida' frente al 'Guernica' de Picasso.