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Macedonia: el balance de la paz

Zoran Jordanovski13 de agosto de 2002

El 13 de agosto es un día histórico para Macedonia. Se conmemora un año del acuerdo que puso fin a los enfrentamientos entre macedonios y albaneses. Sin embargo, pocos celebran hoy y el nacionalismo recrudece.

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Alemania entregó la jefatura de la misión de la OTAN en Macedonia a Holanda, el 26 de junio.Imagen: AP

El acuerdo de Ohrid acabó oficialmente con las hostilidades. Pero la frustración, la decepción y la incertidumbre siguen imperando en el país. Para los albaneses de Macedonia, el tratado significa la consagración de mayores derechos para dicha minoría étnica, principalmente en lo tocante a la utilización de su propia lengua. Los sectores más radicales no consiguieron en cambio su objetivo de lograr la autonomía. Aún hay quienes proclaman tales metas.

Éxito diplomático

Pero también hay motivo de satisfacción, sobre todo en la comunidad internacional, sin cuya resuelta intervención no habría sido posible sellar el tratado. Hasta el día de hoy el proceso de paz macedonio es apuntalado desde el extranjero y, para la OTAN y la Unión Europea, constituye un ejemplo de diplomacia preventiva exitosa. En efecto, puede considerarse como tal: los enfrentamientos bélicos se mantuvieron dentro de ciertos límites y el número de víctimas fue relativamente bajo, al menos si se lo compara con el registrado en otros escenarios de combate en los Balcanes.

Aun así, el conflicto abrió una profunda brecha en las relaciones interétnicas. Superar la desconfianza tomará aún mucho tiempo y el lapso transcurrido no alcanza para registrar avances cuantificables.

En lo que respecta a los orígenes del conflicto, las opiniones todavía divergen. Desde el punto de vista de los albaneses, se trató de un combate por los derechos humanos. Para el primer ministro, Ljubco Georgievski, fue una guerra importada desde Kosovo. Y para la oposición macedonia fue una batalla con la que el gobierno intentó preservar sus intereses económicos.

Derechos grupales

Sea como fuere, el enfrentamiento armado y el tratado de Ohrid marcaron un vuelco profundo. Antes de la guerra, la constitución de Macedonia garantizaba los derechos individuales de los ciudadanos, cualquiera fuese su origen étnico. Este principio supremo ha pasado ahora a segundo plano. Las reformas constitucionales emprendidas en el marco del acuerdo de paz pusieron en primer lugar el concepto de los derechos colectivos, como la representación proporcional de las minorías en todos los gremios estatales. Si tal perspectiva sigue prevaleciendo en el futuro, se corre el peligro de que continúe cimentándose la división étnica en la sociedad; porque, en tal caso, las capacidades de cada ciudadano tendrán menos relevancia que su pertenencia a tal o cual grupo.

El ex presidente de Macedonia, Kiro Gligorov, había advertido ya de los peligros de semejante concepción, subrayando que no es un modelo europeo, ni favorece la integración del país a las estructuras europeas. Cuando el 15 de septiembre la ciudadanía acuda a las urnas para elegir un nuevo parlamento, optará también por el camino que ha de seguir Macedonia en el futuro. Y es probable que éste conduzca hacia la Unión Europea y la OTAN, aunque la meta parezca aún muy remota.