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"Pakistán necesita una verdadera democratización"

Thomas Bärthlein 10 de julio de 2007

Luego del fracaso de las últimas negociaciones, fuerzas de seguridad paquistaníes asaltaron La Mezquita Roja: un final típico al estilo del general Musharraf, opina Thomas Bärthlein.

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Demostrar firmeza en situaciones de crisis es una de las fortalezas de Pervez Musharraf. Las estrategias de solución de problemas a largo plazo no se corresponden con el temperamento del general. Por ello, el día del asalto a la Mezquita Roja en Pakistán queda, además de la tristeza por las víctimas y un cierto alivio, sobre todo una pregunta abierta: ¿fue necesario realmente este dramático final? ¿No podría el Gobierno haber hallado otra solución, durante todas las semanas que ya dura este conflicto? ¿Cómo fue posible que en el corazón de la capital pakistaní, con todas las medidas de seguridad existentes, islamistas militantes hayan podido acumular tantas armas? ¿Y cómo puede ser que los servicios secretos, que por lo general siempre todo lo saben, no estuvieran informados de que combatientes extranjeros bien entrenados se habían atrincherado en la mezquita?

¿La propia culpa?

Siempre que el Estado paquistaní realiza operaciones contra islamistas militantes queda un mal regusto en la boca, ya que sin el apoyo masivo de los gobiernos y servicios de seguridad, los talibanes y sus aliados nunca se hubieran transformado en lo que hoy son. Aquí lucha un Estado contra los frutos de su propio pasado. A propósito, igual que los EE. UU. en Irak y Afganistán. No puede extrañar entonces, que en las zonas del noroeste de Pakistán, particularmente radicalizadas, el martes se registraran protestas masivas contra Musharraf.

La mayor parte de las reacciones públicas demuestran, no obstante, que en este caso —quizás por primera vez en casos de acciones como ésta— el Estado cuenta con el apoyo de la mayoría de la población. Ello no fue así cuando Musharraf manifestó su apoyo a los EE. UU. después del 11 de septiembre, ni tampoco en el caso de las grandes operaciones militares en Vasiristán, junto a la frontera con Afganistán. Esta vez casi no se oyen voces diciendo que Musharraf actúa sólo por orden de Washington.

Apoyo del pueblo

Ver cómo la talibanización penetra en el corazón de la sociedad paquistaní llevó a que amplios sectores de la población se distanciaran de los extremistas. Es una señal. Pero para terminar con el extremismo no basta una operación militar.

Quien quiera hacer perder importancia a las Escuelas del Corán debe invertir más en las escuelas estatales. Y, políticamente, es urgentemente necesaria una verdadera democratización en Pakistán, a efectos de liberar energías para la lucha contra los radicales.