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La Declaración de Göttingen: cuando los científicos dijeron "no"

Luna Bolívar Manaut12 de abril de 2007

Hace 50 años, en Alemania, un país que tanto había contribuido al desarrollo de la bomba atómica, la elite científica apeló a la moral, se enfrentó al Gobierno y desató un movimiento contra el armamento nuclear.

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Carl Friedrich von Weizsäcker (dcha), Otto Hahn (iz) y Walther Gerlach el 17 de abril de 1957.Imagen: picture alliance/dpa

Hasta aquel 12 de abril de 1957, el científico era un ser apolítico al servicio de la investigación. Su único deber: descifrar los jeroglíficos con los que la naturaleza oculta sus misterios ante los ojos del ser humano corriente. Lo que la política hiciera después de los descubrimientos escapaba de la responsabilidad del descubridor. Ese ya no era su terreno.

Atombomben-Explosion über Hiroshima
El seis de agosto de 1945 Hiroshima fue arrasada por una bomba atómica.Imagen: AP

Sin embargo, cuando los 18 científicos alemanes plasmaron su firma en la Declaración de Göttingen, hace hoy 50 años, estaban tomando partido. Ellos no contribuirían a que Alemania poseyera armas nucleares. Ellos disentían de la valoración del entonces canciller alemán, Konrad Adenauer, acerca del poder de las armas nucleares. Ellos no podían, escribieron, "callar ante todas las cuestiones políticas". Y fueron ellos, los estaban destinados a permanecer entre las cuatro paredes de un laboratorio, quienes desataron un movimiento contra el armamento nuclear, cuya influencia llega hasta hoy.

Cuestión de tamaño

"Hay que distinguir entre las armas tácticas y las grandes armas nucleares. Las armas tácticas no son más que el perfeccionamiento de la artillería", declaraba en rueda de prensa Konrad Adenauer, el primer canciller de la recién configurada República Federal Alemana. Otros países europeos disponían o estaban desarrollando armamento nuclear.

Konrad Adenauer nach Unterzeichnung des Besatzungsstatus
Konrad Adenauer, el primer canciller de la RFA.Imagen: AP

En el mundo tras la II Guerra Mundial, tras Hiroshima y Nagasaki, la cuestión nuclear y la soberanía nacional estaban estrechamente ligadas.

También el ejército alemán tenía que hacerse con la nueva y destructiva tecnología, hija en gran parte de la patria propia. La limitación a las "armas tácticas" debía sosegar los miedos y las dudas morales de los alemanes, aún bajo el efecto de las imágenes de los campos de concentración nazis y la dureza de la posguerra. Pero no había motivo para las reservas. Como argumentaba el canciller, se trataba de armas "más pequeñas" que una bomba de hidrógeno.

Enormemente destructivas

Más pequeñas sí, pero con enorme poder destructivo, se apresuraron a concretar los científicos. "Las armas tácticas sólo son 'pequeñas' en comparación con las bombas 'estratégicas', principalmente la bomba de hidrógeno. Una sola bomba táctica tiene el mismo poder de destrucción que la primera bomba atómica, que arrasó Hiroshima", se pudo leer en los periódicos de toda Alemania.

Un físico nuclear de renombre, Carl Friedrich von Weizsäcker, había reunido a la flor y nata de la ciencia germana en su campo de estudio: algunos eran investigadores que desde el periodo nazi trabajaban en el llamado "Grupo del Uranio", otros, como Otto Hahn y Werner Heisenberg, eran portadores del Premio Nobel de Física. En total, 18 personalidades respaldaban con su firma la que fue bautizada como la Declaración de Göttingen, enviada bajo dicho título a las redacciones de todo el país.

Schematische Darstelllung der Atombombe die Hitler bauen wollte Zeichnung
Diseño de la bomba atómica que Hitler quiso construir.

El texto manifestaba públicamente la "preocupación" de los científicos, hasta ahora trabajadores mudos, ante los planes armamentísticos del Gobierno alemán.

Traidores e incompetentes

"Opinamos que lo mejor sería renunciar, clara y libremente, a la posesión de cualquier tipo de arma nuclear", expresaban los científicos. Según ellos, con la Declaración de Göttingen no hacían otra cosa que "asumir la responsabilidad sobre las posibles consecuencias de nuestra actividad". Según el Gobierno alemán, los científicos firmantes de Göttingen no eran más que un manojo de "traidores e incompetentes".

Französischer Atomtest auf dem Mururo-Atoll 1971
Explosión atómica francesa en Mururoa, 1971.Imagen: dpa

Pero Göttingen ganó la batalla. La onda expansiva de un movimiento antiatómico había iniciado ya su propagación incontenible. El espíritu de Göttingen acompañó a las protestas contra el armamento nuclear de los siguientes años, no sólo en Alemania. En ese 1957 se fundaba en Gran Bretaña la organización CND, la Campaña por el Desarme Nuclear, por sus siglas en inglés. En los 70 y los 80, numerosos científicos comenzaron a posicionarse ante los dilemas morales que sus investigaciones despertaban en la sociedad.

A día de hoy, el ejército alemán sigue sin disponer de armamento nuclear propio, lo que seguramente Friedrich von Weizsäcker, Hahn, Heisenberg y los demás pueden contar como una victoria personal. La derrota a su causa antinuclear, sin embargo, llegó un año después, en 1958, cuando Alemania fue dotada de armas nucleares que, aunque ajenas, se encuentran sobre suelo alemán en virtud de los acuerdos con la OTAN.