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Crisis en la Iglesia polaca

Emilia Rojas Sasse8 de enero de 2007

Mientras el Vaticano intenta reducir el impacto del caso Wielgus y afirma que el Papa no sabía de los vínculos del prelado con el servicio secreto comunista, la Iglesia polaca atraviesa su peor crisis en décadas.

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Janusz Bielanski, junto al Papa, durante la visita de Benedicto XVI a Polonia, el 2006.
Janusz Bielanski, junto al Papa, durante la visita de Benedicto XVI a Polonia, el 2006.Imagen: AP

La crisis que sacude a la Iglesia Católica polaca no quedó superada con la dimisión del recién nominado arzobispo de Varsovia, Stanislaw Wielgus, momentos antes de ser investido como tal. Por el contrario. En Polonia el caso sigue levantando olas, que este lunes arrastraron al párroco de la catedral de Wawel, en Cracovia: Janusz Bielanski presentó su renuncia, después de que se hicieran públicas revelaciones similares a las que derribaron a Wielgus, en cuanto a que había sido informante de los servicios secretos en tiempos del régimen comunista.

Verdades tardías

En medio de esta debacle, el Vaticano se esmera por evitar que el escándalo siga salpicando al propio Papa Benedicto XVI, blanco de críticas por su mal tino en la elección de Wielgus. Si bien el Cardenal Battista Re aseguró que en el momento de la nominación no se conocían en Roma los alcances de las antiguas actividades del prelado, muchos se preguntan por qué la Santa Sede no reaccionó antes y sólo le retiró su apoyo literalmente en el último momento. Para el Papa, sin duda, el episodio es tan engorroso como para la Iglesia Católica polaca, cuya imagen de bastión de la moral (también política) se tambalea.

El arzobispo Stanislaw Wielgus abandona la catedral de Varsovia junto al Cardenal Primado de Polonia, Jozef Glemp.
El arzobispo Stanislaw Wielgus abandona la catedral de Varsovia junto al Cardenal Primado de Polonia, Jozef Glemp.Imagen: AP

Sabido es que el régimen comunista de Varsovia tenía la mirada puesta en los sacerdotes, que consideraba un peligro tanto más temible desde que Karol Wojtyla se convirtió en Juan Pablo II. De hecho, el aparato estatal concentró sus esfuerzos en infiltrar los círculos eclesiásticos, llegando a crear una sección especial, dedicada exclusivamente al espionaje de este grupo. Con diversos métodos, incluidos el amedrentamiento y la extorsión, consiguió reclutar a una cantidad nada despreciable. Según el historiador Jan Zaryn, cerca del 15% de los religiosos figuraba en los registros como "colaboradores secretos" de los servicios de inteligencia. Zaryn admite que muchos de ellos se vieron involucrados en el asunto por ingenuidad y ni siquiera estaban conscientes de la situación. Pero eso no resta gravedad a los hechos, que resultan hoy tanto más explosivos por cuanto la jerarquía católica polaca no realizó una labor de esclarecimiento de lo ocurrido en sus filas en tiempos de la dictadura. Así las cosas, la sociedad polaca se ve confrontada con dolorosas verdades recién ahora, con 17 años de retraso.

La Iglesia y la RDA

A diferencia de lo ocurrido en Polonia, las iglesias alemanas intentaron tempranamente sacar a la luz las implicaciones de sus miembros con el servicio de inteligencia germano-oriental, la Stasi. Por ejemplo, un informe de la Iglesia Evangélica, publicado en 1997, indica que cerca de un 2% de los párrocos y funcionarios de alto nivel fueron colaboradores extraoficiales. El organismo oficial encargado del material recopilado por la Stasi, estima en cambio que la cifra llegó al 4,7%.

Lógicamente, hay que tener en cuenta que el papel de la religión era más bien modesto en la antigua RDA donde, de un total de 17 millones de habitantes, sólo 3,4 millones pertenecían a la Iglesia Evangélica y 1,1 millones a la Católica. En Polonia, en cambio, cerca del 90% de la ciudadanía es católica y la Iglesia, como tal, desempeñó un papel determinante en la resistencia contra la dictadura. Según el vicepresidente del parlamento alemán, Wolfgang Tierse, un político del Este que participó activamente en la oposición de la RDA, en esos tiempos se miraba con envidia y respeto a la Iglesia Católica polaca, que fue un ejemplo de contrapeso al régimen comunista. Por eso, Thierse advierte contra una condena generalizada y subraya: "Sin Karol Wojtyla, quien luego se convirtió en el Papa Juan Pablo II, no habría existido un Lech Walesa. El sindicato Solidaridad no habría existido sin la Iglesia. Y sin Solidaridad no habría llegado a su fin el comunismo en Polonia y Europa. Eso es algo que no debemos olvidar".