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¿Euro para todos?

Pablo Kummetz23 de noviembre de 2006

En 2004, diez países se adhirieron a la UE asumiendo el derecho y la obligación de adoptar el euro como moneda. Una conferencia en Colonia arrojó luz sobre las perspectivas de la moneda común en los nuevos miembros.

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Moneda de dos euros, anverso y reverso.
El euro: chance y desafío.Imagen: EZB

La conferencia, llevada a cabo hoy (23.11.06), fue organizada por la Fundación Friedrich Ebert (de orientación socialdemócrata) y el Consulado de Polonia en Alemania, contando con la presencia de altos representantes de la economía, la política, el Parlamento Europeo y el Banco Central Europeo.

EU Erweiterung Litauen Altstadt von Vilnius
Lituania, pionera junto a Eslovenia en la implantación de la moneda única.Imagen: AP

La conferencia se centró en el caso de Polonia, como ejemplo de la problemática de los diez nuevos países de la UE y por ser el más grande, pero atañe a todos.

Una vasta discusión es necesaria. Pues no queda al arbitrio de los países adherentes fijar el momento de adoptar el euro. Sobre ello decide el Consejo Europeo. Además en los nuevos países deben sopesarse los pro y contra de la decisión. Ello debe tener lugar antes de presentarse una solicitud de verificación de los criterios de convergencia económica.

Polen und die neuen Beitrittsländer auf dem Weg zum Euro
Representantes polacos y de la UE debaten sobre el futuro del Euro.Imagen: DW / Pablo Kummetz

Esos criterios son estrictos. Por un lado, los países deben participar en el mecanismo del Sistema Monetario Europeo (SME) II (que fija una banda para la fluctuación de las monedas nacionales) sin grandes tensiones.

Por otro, deben cumplir con los criterios de Maastricht (llamados también criterios de convergencia), que fija límites a la inflación (1,5 % por encima del promedio de los tres países más estables), tipos de interés a largo plazo (un máximo de 2 % por encima de los tres países más estables), el déficit público (no más del 3 % del PIB) y el monto de la deuda total del Estado (no más del 60 % del PIB).

Sólo cuando los países cumplen con esos criterios tiene sentido presentar la solicitud de ingreso al club del euro, antes no. Ya a mediados de 2004, por ejemplo, se adhirieron Estonia, Lituania y Eslovenia al SME II. Ello les asegura estabilidad cambiaria. Y los tres países la necesitan, pues quieren ingresar lo antes posible a la eurozona.

Quítame de allí esos criterios

Eslovenia y Lituania presentaron este año una verificación de los criterios de convergencia económica con la UE, con el objetivo de entrar en la eurozona el 1.1.2007. El tiempo apremia ahora. Y los criterios son estrictos. Estonia, que también quería adoptar el euro en 2007, renunció a la solicitud porque su tasa de inflación es del 4 % anual.

Malta, Letonia y Chipre aspiran a adoptar el euro en el 2008. Eslovaquia prevé la adhesión a la eurozona para 2009. A la cola van Polonia y Hungría, que todavía no han fijado fecha para la adopción de la euromoneda.

El Consejo de la UE ha decidido ya que Eslovenia puede ingresar a la eurozona el 1 de enero de 2007. La solicitud de Lituania fue rechazada, porque su tasa de inflación supera un 0,06 % el máximo permitido. Ello demuestra cuán dura es la posición de la Comisión de la UE con respecto a la convergencia.

La razón: la Comisión no quiere perder credibilidad. Toda otra decisión sería un mal precedente para la adopción del euro en otros países adherentes. Y eso no lo aceptan los eurocomisarios.

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Polonia: logros ambivalentes

Los logros de Polonia en los últimos años con respecto a la convergencia han sido ambivalentes. Por un lado el país logró reducir la tasa de inflación del 10 % al 1,6 % actual. El déficit público rondará el 3 % este año, pero pesimistas estiman que puede trepar al 4 % en el 2007.

Por otra parte, Polonia deja flotar su moneda. La consecuencia: peligrosas oscilaciones del zloty y una invitación a la especulación. En otros nuevos países de la UE, por el contrario, se ata la moneda nacional al euro o se permite sólo una flotación controlada.

Ello hace disminuir las oscilaciones del tipo de cambio, da seguridad y permite planear a exportadores e importadores. Con su política de flotación libre, Polonia corre serios riesgos, fue opinión generalizada en la conferencia.

Dolores de cabeza dio también el desnivel económico aún existente entre los viejos y los nuevos países miembros de la UE. En el 2003, el PIB per cápita de los diez nuevos era de alrededor del 50 % del promedio de la UE. Los penúltimos lugares los ocupan Polonia, Estonia y Lituania, con un 40 %.

Un cuarto de siglo

Si el PIB en esos países crece un 2 % por año más que en el promedio de los 15 viejos miembros de la UE, pasarán 25 años antes de que logren alcanzar el nivel de ingresos promedio per cápita de la UE.

Antes de la transición al euro, eventuales excesivos aumentos de sueldos pueden ser corregidos con una devaluación. Ello con el euro es imposible. El castigo por aumentos de sueldo desproporcionados es un aumento de la desocupación en el país.

Desde hace años, los aumentos de sueldo en Alemania son moderados. En otros países han hecho subir, por el contrario, enormemente los costos por unidad producida. En cifras: desde el comienzo de la Unión Monetaria hasta mediados de 2006, los sueldos han subido en Portugal un 28 %; en España, un 21 %; en Grecia, un 22,5 % y en los Países Bajos, un 28 %. En Alemania, sólo un 2,5 %.

El reservado encanto de los sueldos bajos

La consecuencia: en comparación con el promedio de los años 1990-1994, el superávit de balanza comercial de Alemania se multiplicó por cinco con respecto a la UE de los 15. Con respecto a Italia, incluso por doce.

Ello puede dividir a la UE: la divergencia de competitividad entre diversos países puede crear conflictos. La solución es una mayor coordinación de la política de sueldos dentro de la UE, coincidió la mayoría de los expertos.

A mediano plazo, Alemania deberá despedirse entonces del crecimiento basado en la exportación. El imperativo de la hora es aumentar la demanda interna, exigieron varios economistas.

Es ilusorio pensar que Alemania puede quitar del medio a otros países competidores a través de sueldos bajos, pues ello desembocaría en la división de Europa.

En ese caso, el proceso de integración se revertiría, desembocando en una incontenible desintegración. Evitarlo debe ser el objetivo de todos los europeos: en cuanto a ello reinó consenso general. No es para menos.