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El gasoducto báltico: la aorta energética de Europa

José Ospina Valencia5 de septiembre de 2006

La construcción del Gasoducto Noreuropeo le asegura al viejo continente el abastecimiento energético más importante del futuro. El ex canciller alemán Gerhard Schröder presentó los planes. En 2010 se inaugurará.

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Hambre de combustibles mueve la pugna por los recursos naturales.Imagen: dpa


Los obstáculos no han sido pocos. Aparte de salvar los impedimentos naturales de la geografía, el Gasoducto Noreuropeo (GNE) ha tenido que salvar todas las estructuras políticas desde Rusia hasta el corazón de Europa. El proyecto empero siempre ha contado con el entusiasta apoyo del ex canciller alemán, Gerhard Schröder, que en calidad de presidente del consejo interventor del consorcio constructor, este 4 de septiembre presentó los planes definitivos de la mayor empresa entre el Este y Oeste europeos, otrora enemigos a uno y otro lado de la Cortina de Hierro.

Según Schröder, el proyecto energético significará inversiones de 2,5 mil millones de euros. El consorcio germano-ruso North European Gas Pipeline Company (NEGP), comenzará entonces la construcción de la obra de 1.200 kilómetros de longitud a través del Mar Báltico a principios de 2008.

“No hay alternativa”

“El Gasoducto Báltico no sólo posee una alta relevancia para Alemania, sino también para toda Europa Occidental”, expresó Schröder en Lubmin-Greifswald, la localidad germano-oriental a donde debe llegar la conexión. Mientras en Europa la demanda de energía crece, la disposición de otras fuentes es aún precaria. Por eso para Schröder “no hay alternativa” al GNE.

El ex canciller, que profesa gran admiración por Rusia, no desaprovechó la oportunidad para asegurar que “Moscú ha demostrado ser un estable proveedor de gas".

Según la misma NEGP, la capacidad inicial de transporte será de 27,5 mil millones de metros cúbicos de gas por año. En la segunda fase esa capacidad se elevará a 55 mil millones de metros cúbicos. El Gasoducto Báltico cubrirá así un 10% de la demanda europea.

Como en toda obra de esas dimensiones, el impacto ecológico en la flora y la fauna tiene que ser examinado. Para ello, Matthias Warnig anuncia un estudio a realizarse los próximos 18 meses.

Grandes proyectos, grandes esperanzas

Las autoridades de la región norteña de Lubmin-Greifswald, anuncian ya grandes inversiones alrededor de la zona por más de mil millones y medio de euros, representados en construcción de plantas de producción y distribución. Algunos incluso no han dudado en hablar de “reindustrialización de la ex Alemania Comunista”.

Una cosa sí está clara hasta ahora. Con la construcción del Gasoducto Báltico, Europa gana una batalla en el campo energético del Este y los consorcios estadounidenses la pierden.

Y, en efecto, “el Gasoducto Noreuropeo cambiará las coordenadas políticas”, como vaticina el dominical alemán Sonntag Allgemeine Zeitung. Con la construcción de la obra que saldrá de la rusa Wyborg y llegará a Lubmin-Greifswald a través del gélido Mar Báltico, Alemania y Rusia han sellado un acuerdo binacional con consecuencias internacionales geopolítico-económicas. El 51% de la empresa le pertenece a Gasprom, por Rusia, y el 49% se lo reparten consorcios alemanes como BASF, Ruhrgas/Wintershall y el Dresdner Bank.

Jugada maestra con impredecibles efectos

Son de alto calibre los calificativos para el mencionado gasoducto que algunos incluso consideran “el negocio del siglo”. Probablemente, si se tiene en cuenta una de las decisiones más sensacionales del acuerdo: la moneda en la que se comerciará será el euro y no el dólar estadounidense. Una medida que parece inofensiva, toda vez que es negocio de compra-venta binacional. Pero recordando que el dólar es la moneda mundial de las transferencias de petróleo y gas, dicha jugada cobra peso estratégico.

Desde que Estados Unidos perdió terreno tras el desmantelamiento del consorcio ruso Yukos, su socio, Moscú comenzó una desesperada carrera por recuperar el control directo de sus recursos.

A ello se suma que Rusia está llevando a cabo otra medida sustancial que no sólo fortalece su posición como potencia energética mundial sino que puede tener un efecto contagioso de impredecibles efectos: el euro destrona la primacía del dólar como moneda de reserva de Rusia. El plan de Moscú es crear paridad entre las dos monedas. Lo que suena muy lógico, es realmente un certero golpe al predominio monetario de Estados Unidos.

Así que las reacciones de Washington no se harán esperar cuando el consorcio energético germano-ruso del Gasoducto Noreuropeo comience a bombear gas… y euros. El último que intentó relegar el dólar estadounidense fue Saddam Hussein…