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Günter Grass: escándalo en torno a una autobiografía escandalosa

José Ospina Valencia17 de agosto de 2006

Prácticamente agotada se reporta la autobiografía de Grass “Pelando la cebolla” en donde hay una confesión que ha causado desde estupor hasta comprensión entre detractores y admiradores.

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Günter Grass en Gdansk, Polonia.Imagen: dpa

“No su intento de temprana matrícula a las SS se le reprocha tanto al Nóbel alemán, sino más bien su hipocresía como principio de vida”, es uno de los juicios emitidos por estos días sobre la persona del escritor alemán y su sorpresiva confesión de que en su juventud quiso ser miembro de la unidad SS, una de las más temerarias divisiones militares de los nazis.

Para muchos, nacionales y extranjeros, Grass cayó de su pedestal de apóstol de la moral. Para otros, su confesión, aunque tardía, podría convertirse en un bono histórico para el controvertido escritor que lanzara por estos días sus primeras memorias en el libro titulado Beim häuten der Zwiebel o “Pelando la cebolla”, en castellano.

¿Escándalo premeditado para subir ventas?

No son pocos, por lo demás, los que han visto en la confesión de Grass una gran acción publicitaria para promover la venta de dicha autobiografía.

Según el mismo Günter Grass que reveló en el más prestigioso diario conservador del país, el Frankfurter Allgemeine Zeitung, a los 15 años, intentó enrolarse por cuenta propia a la flota submarina del Wehrmacht, el ejército alemán, pero fue rechazado por su corta edad. No obstante, en 1944, semanas antes de cumplir los 17 años, el futuro escritor fue llamado a integrar las filas de la SS, la división militar de los nazis responsables de los arrestos y ejecuciones de miles y miles de inocentes.

Al borde del colapso, la Alemania nazi reclutaba desesperadamente a casi cualquier varón de entre 16 y 60 años. Grass fue incorporado a una unidad de las Waffen-SS -el brazo militar de la organización nazi dirigida por Himmler-, herido y capturado luego por soldados norteamericanos.

Estos hechos son comunes a las biografías de cientos de miles de alemanes de la generación de Grass. Grass no era un nazi y no se incorporó voluntariamente a las SS, e incluso aunque hubiera sido así, no es posible ignorar que era un adolescente.

Desconcierto e ira

Pero ¿por qué si tras estos hechos no hay, en realidad mayor trascendencia, el premio Nobel de literatura los ocultó más de medio siglo?, pregunta el diario español El País que también quisiera saber ¿Por qué el escritor alemán en cuestión no había aprovechado para hacerlo en sus cientos de libros, entrevistas en prensa y televisión y conferencias?

Su conducta, en efecto, es tanto para críticos como para admiradores difícil de comprender y para algunos, imposible de aceptar. Sobre todo, teniendo en cuenta que el magistral autor de El tambor de hojalata ha destinado buena parte de su obra literaria y de su actividad ciudadana a reflexionar sobre la Alemania nazi y las complicidades de las que se benefició.

Durante décadas, Grass ha fungido como un furibundo denunciante de que millones de alemanes, por interés, seducción o cobardía, apoyaran el abominable régimen de Hitler o cerraran los ojos ante sus crímenes. Esto es lo que dificulta aún más la comprensión de su conducta. Se sabe que un joven comete errores, pero un adulto omisiones bien o mal intencionadas.

Lo de ver la paja en el ojo ajeno…

Simpatizante de las políticas socialdemócratas y las causas pacifistas, Grass se labró una autoridad moral sobre los más controvertidos tópicos: el pasado “kaki” (nazi) de algunos políticos alemanes de los años 50 y 60, la reunificación alemana, la dictadura de Fidel Castro en Cuba, la globalización y muchos más. De Grass se hubiera esperado que fuera más sincero, más consecuente con él mismo como “juez público de la moral”.

A todas éstas, en lo que hay más consenso entre detractores y seguidores, es que su obra literaria sigue conservando el alto valor de siempre, así ahora se lea, o se deba leer con otros ojos.

Según el mismo Günter Grass, lo que él está experimentando por estos días es un “examen propio”. Un juicio que incita al diario danés Politiken a comentar muy benévolamente que hoy “de Grass seguimos aprendiendo mucho”.