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Explosivas caricaturas de Mahoma

DW-WORLD3 de febrero de 2006

Con las amenazas proferidas por sectores radicales musulmanes sube de tono la polémica en torno a la publicación de caricaturas de Mahoma en Europa. Los comentarios de la prensa europea llaman a la mesura.

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Manifestantes arremeten contra la bandera de Dinamarca (el país donde se publicaron primero has caricarturas) en Indonesia.Imagen: AP

La Vanguardia, de Barcelona, apunta: "A los cuatro meses de su publicación en un diario conservador danés, Jyllands Posten, una serie de doce caricaturas de Mahoma -entre ellas una tocado con un turbante en forma de bomba- ha desatado una oleada de protestas en el mundo musulmán, con boicots a productos nórdicos y amenazas de muerte. La primera consideración, a manera de premisa mayor, es que la libertad de expresión es la piedra angular del sistema democrático. Se trata de un principio que, por desgracia, es aún la excepción en la mayoría de los países musulmanes, con regímenes autocráticos donde el poder civil y religioso aún se confunden". No obstante, La Vanguardia se pregunta si con la publicación de las caricaturas "no se estarán brindando argumentos a los sectores más conservadores del islamismo. (...) Su religión prohíbe la representación de la divinidad y sus profetas para evitar la idolatría, un principio que también es norma en el Antiguo Testamento. No es extraño así que el rabino Joseph Sitruk comparta el malestar de los musulmanes: 'No ganamos nada rebajando las religiones, humillándolas y caricaturizándolas'. Lástima que esas consideraciones no rijan en muchos de los países musulmanes hacia las creencias ajenas. "

Un principio que no se puede transar

El Financial Times, en su edición alemana, opina: "Se trata de un principio que en las democracias liberales no se puede transar: la libertad de expresar opiniones. Este principio debe ser ahora explicado por Occidente, en tono calmado y mesurado, pero decidido. Cuanto más resuelto sea el modo en que se lo haga, más rápido se enfriarán los ánimos. Cualquier forma de relativizar o de renunciar a este principio sería un error que habría que pagar caro. Las amenazas y demandas del mundo islámico no sólo son expresión de sentimientos heridos. A menudo se esconde tras ellas la idea de que cada espacio público debe someterse a reglas religiosas que el Estado debe imponer. Las democracias liberales han escogido un modelo diametralmente diferente: el de un espacio público de debate, estatalmente garantizado, en el cual las posiciones pueden y deben confrontarse."

Responsabilidad y tino

The Independent, de Londres, comenta: "En el ejercicio de sus derechos, los medios de comunicación deben demostrar tino. El periódico francés France Soir tienía derecho a publicar las caricaturas de Mahoma. Pero con ello sólo echó leña al fuego y el asunto ha adquirido entretanto dimensiones internacionales. (...) En esta compleja situación es demasiado simple escudarse en la libertad de prensa. Las decisiones sobre la publicación de caricaturas no son necesariamente correctas o erróneas. Los periodistas tienen derechos, pero las personas también tienen el derecho de vivir en una sociedad pluralista y secular, sin sentirse marginados o amenazados como en este momento los musulmanes. A fin de cuentas es un asunto de respeto. Aparte de sus derechos, la prensa tienen también responsabilidades y existe una frontera entre la controversia y el periodismo irresponsable, que no puede ser transgredida."

Límites legales

Le Monde, de París, señala:" Al igual que en el tema del racismo, el antisemitismo, el sexismo o la homosexualidad, la libertad de opinión se topa también en este caso con límites establecidos por la ley. Eso ocurrió, por ejemplo, el año pasado con la publicidad de una marca de ropa, en la que se veía a doce hombres y una mujer en pose erótica, simulando el cuadro 'La última cena', de Leonardo da Vinci. Ello ofendió a algunos cristianos y la campaña fue prohibida por los tribunales. Una caricatura de Mahoma, especialmente una malintencionada, puede conmocionar a un musulmán. No obstante, una democracia no debe establecer un control policial de la opinión, ya que pisotearía los derechos humanos."