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Bolivia ingobernable

8 de junio de 2005

La crisis de Bolivia, que el presidente Carlos Mesa intenta frenar presentando su dimisión, es analizada en algunos editoriales de la prensa europea, que en general sigue pendiente de los problemas de la UE.

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Los disturbios no se aplacaron con la renuncia del presidente Mesa.Imagen: AP

El Handelsblatt, de Düsseldorf, opina: "Bolivia está en crisis permanente. Eso, pese a que el país más pobre de Sudamérica es el que más ayuda internacional recibe. (...) Desde el exterior no se puede lograr nada en Bolivia. La única salida consiste en la pronta celebración de elecciones y una simultánea descentralización. Los líderes radicales de las clases más pobres deben asumir responsabilidades a nivel local y nacional, para madurar políticamente, aunque con ello continúe por lo pronto el derrumbe económico. El presidente Carlos Mesa, que ahora ha presentado su renuncia, era lo mejor que podía ofrecer el bando conservador boliviano. Dado que no logró alcanzar un consenso en una sociedad dividida entre pobres y ricos, blancos e indígenas, sólo queda que lo intente un representante de la oposición, por radical que sea el cambio. Bolivia debe asumir por fin las riendas de su destino."

La mafia de la droga al acecho

El periódico El Mundo, de Madrid, apunta: "El presidente de Bolivia, Carlos Mesa, ha ofrecido por segunda vez su renuncia. Él no se ve en condiciones de poner coto a las protestas y bloqueos callejeros que paralizan al país sin recurrir a las Fuerzas Armadas. Bolivia está en un callejón sin salida. Nadie parece estar en condiciones de manejar el descontento de la población sin utilizar la violencia. Existe el peligro de que la mafia de la droga aproveche el vacío de poder y tome el control del estado. Bolivia es el tercer mayor productor de cocaína del mundo."

Crispación extrema

El País, de Madrid, comenta: "La renuncia de Mesa no va a hacer gobernable Bolivia, sumida en una gravísima espiral de degradación política. El más pobre de los países suramericanos ha llegado a un grado extremo de crispación y las decisiones de gobierno se adoptan mucho más en función de presiones callejeras que a impulsos de un mínimo de racionalidad. El problema de Bolivia ya no es de personas. El país andino necesita imperiosamente encontrar un terreno de encuentro entre su desposeída mayoría indígena y la minoría de ascendencia europea que controla los recursos del fértil oriente. Sin un compromiso sobre el abundante gas, la Constitución y la autonomía regional, Bolivia cabalga hacia un Estado fallido. (...) La reinvención del país que anida en las reclamaciones de los colectivos indígenas, que explota mediáticamente el líder cocalero Evo Morales, es por el momento utópica. Mientras los más pobres esperan de la Asamblea Constituyente un modelo social y económico que zanje su maltrato histórico, los grandes dueños de la tierra en Santa Cruz confían en su referéndum para controlar con la menor interferencia posible de La Paz los recursos de su subsuelo. Aspiraciones tan encontradas exigen la inexistente fortaleza del Estado y unas dosis excepcionales de moderación colectiva que brillan por su ausencia en Bolivia."