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Malta: la isla de los bienaventurados

Pablo Kummetz3 de mayo de 2004

El más pequeño de los nuevos miembros de la UE es también el más apasionado: desde la política hasta el fútbol, los malteses siempre son drásticos.

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El fuerte de San Juan, en La Valletta.Imagen: AP
Malta se preparó bien para su ingreso a la Unión Europea. Hasta eligió un nuevo Primer Ministro para acompañar el acontecimiento histórico. El nuevo Premier, Lawrence Gonzi (50) sabe que, no obstante, los nuevos tiempos no son fáciles. Deberá evitar lo que muchos de los 400.000 malteses temen: que ahora los precios suban y sus puestos de trabajo peligren. "Yo creo firmemente en mi país", dice Gonzi, tratando de calmar los ánimos.

Malta Flagge
Bandera de Malta.

En realidad no hay razón para que los ánimos estén caldeados, ya que Malta es la isla de los bienaventurados. La desocupación sólo es del 5,7%, el crecimiento económico del año pasado llegó a 1,5% y el país es considerado el más rico de todos los nuevos miembros de la UE. Pero también el más pequeño tiene los mismos problemas que los mayores: desequilibrios en los sistemas de pensiones y de salud y en los gastos sociales. Como consecuencia, el déficit presupuestario ha trepado al 9% del PIB, mucho más del 3% que autoriza el Tratado de Maastricht. "Hay que ahorrar", es la tan lapidaria como resignada conclusión de los malteses.

Una tarea ímproba

Debido al déficit, los isleños deberán esperar todavía algunos años para poder adoptar el euro como moneda. El gobierno espera poder reducir el déficit presupuestario al 3% a más tardar hasta el año 2008. Una tarea ímproba. Los sindicatos organizan las primeras manifestaciones contra el temido aumento de la desocupación. Sobre todo inquieta que muchos italianos de la cercana Sicilia puedan arribar pronto a Malta en busca de trabajo. Por ello los malteses impusieron en las negociaciones una condición: ciudadanos de otros países de la UE que quieran domiciliarse en la isla necesitan una autorización de residencia.

En vista de esos temores y reservas, no puede extrañar que el margen a favor en el referéndum de ingreso a la UE, celebrado el año pasado, haya sido escaso: sólo el 53,6% de los votantes dijeron que "sí". El Partido Nacionalista, en el gobierno, abogó entusiastamente por el ingreso. "No hay alternativa a la UE", fue su principal argumento. El Partido de los Trabajadores movilizó a sus adherentes contra el ingreso, pero ahora lo apoya.

¡Estos invasores!

"Ahora debemos aprovechar bien todas las posibilidades que nos ofrece la Unión", dice el Premier Gonzi. Y se refiere sobre todo a la economía y el turismo. Las relaciones de Malta con Alemania son estrechas. El 12% del millón de turistas que visitan la isla anualmente son alemanes. Y Alemania es, después de la "madre patria", Gran Bretaña (Malta se independizó en 1964), el segundo socio comercial en importancia.

En sus 7.000 años de historia, Malta siempre se las tuvo que ver con invasores. Los 400.000 habitantes de las tres islas y los dos islotes del Mediterráneo que conforman el Estado de Malta conviven con reliquias de diversas culturas, que van desde la Edad de Piedra tardía, pasando por los fenicios y los romanos hasta los árabes y los normandos. Todos ellos pasaron por la isla en algún momento de su historia. Durante más de 250 años, Malta fue ocupada por la Orden Militar de San Juan de Jerusalén, conocida también como Orden de Malta. Entre los mayores atractivos turísticos de la isla se cuenta el palacio del Gran Maestro, de aquella época. Los franceses ocuparon la estratégica isla en 1798, pero fueron desplazados por los ingleses, que se quedaron 164 años, hasta la independencia de Malta, hace 40 años.

El propio San Pablo

La identidad de los malteses se define sobre todo a través de la fe. Casi todos son rigurosos católicos. No fue otro que el propio apóstol Pablo que, en el 60 d.C., arribó a duras penas a la isla después de un naufragio y en tres meses convirtió a todos los malteses al cristianismo. En Malta hay actualmente 400 iglesias y cada una de las 80 localidades, entre pequeñas ciudades y aldeas, tiene su propio santo patrón. En algunas aldeas hay dos, por lo que a veces, con ocasión de los festejos en su honor, se registran disputas.

Las disputas continúan en la política: los malteses gustan de votar alternadamente o bien a los conservadores nacionalistas, actualmente en el poder, o bien al Partido de los Trabajadores, claramente de izquierda. Si bien el resultado del referéndum fue positivo por pocos votos, no sucedió lo mismo con la participación: el 91% de los malteses acudió a las urnas.

Con qué pasión acometen los malteses las cosas se ve también en el fútbol, el deporte nacional. Como los clubes nacionales no tienen mucho éxito a nivel internacional, el corazón de los aficionados late por clubes de primera división o bien británicos o bien italianos. Un partido entre las selecciones de Gran Bretaña e Italia electriza a toda la isla.

¿A qué sí?

La pasión por el fútbol va de la mano del entusiasmo, muy inglés, por las apuestas. La lotería oficial "6 de 42" es muy popular, pero las apuestas, por ejemplo acerca de los resultados de una elección, corren también clandestinamente en todos los bares y cafés. Un pasatiempo muy cuestionado en el exterior es la costumbre de muchos malteses de salir a cazar pajaritos con la escopeta de perdigones. El derecho a cazar aves migratorias es incluso parte del tratado de ingreso a la UE.

El idioma es, junto con la religión, el gran aglutinante nacional del pequeño pueblo isleño. El maltés tiene raíces árabes, fuertes elementos del dialecto de Sicilia (de allí arribaron muchos inmigrantes en el Medievo) y del italiano. Idioma oficial es también el inglés.

Ello promueve el cosmopolitismo, que la mayoría de los malteses lleva en la sangre. Se estima que un millón de malteses vive en el exterior. Desde hace 20 años, sin embargo, muchos emigrantes vuelven a la isla a pasar la tercera edad. Vuelven allí, donde los platos de conejo son una delicia, el vino local para acompañarlos es una maravilla y el té "británico" sabe mejor que en ningún otro lado.