1. Ir al contenido
  2. Ir al menú principal
  3. Ir a más sitios de DW

El paraíso del fumador

Cristina Papaleo (07/02/04)10 de febrero de 2004

Después de los anuncios del comisionado europeo de salud, David Byrne, sobre la idea de extender la prohibición de fumar en lugares públicos y de trabajo a toda la UE, Alemania sigue resistiéndose.

https://p.dw.com/p/4eAa
En Nueva York los adictos a la nicotina tienen que respetar a los no fumadores.Imagen: AP

Si de humo se trata, Alemania no parece atarse a ninguna regla. Basta con echar una mirada alrededor para confirmar que, en materia de cigarrillo, este país es el paraíso de los fumadores. Se fuma en las paradas de los autobuses y tranvías, en los bares y restaurantes, tanto en lugares abiertos como cerrados, y hasta en los lugares de trabajo, donde todavía no existe una reglamentación clara al respecto. El hábito de fumar forma parte del estilo de vida, y muchos ciudadanos no llegan a comprender - y mucho menos a aceptar -, que se le intente poner límite a este vicio que enferma y mata. Es que es muy difícil que un fumador reconozca que es dependiente del humo que inhala, y de que las sustancias que contiene el cigarrillo son tan peligrosas como las de cualquier droga. Estudios recientes han confirmado que la nicotina es la segunda droga más dañina y que causa una mayor dependencia después de la heroína, lo que no es poco. Sin embargo, estamos hablando de una drogadicción permitida y alentada por las tabacaleras y sus "lobbies" en los medios de comunicación, igual que lo es el consumo de alcohol.

Etiquetas que no asustan a nadie

La campaña, impulsada por la Unión Europea y asumida por el gobierno alemán, de imprimir etiquetas en las cajetillas con inscripciones lapidarias como "Fumar provoca una muerte lenta y dolorosa" no parecen hacer mella en la dedicación al hábito de millones de personas. Sin embargo, caben dudas sobre si estos avisos impresos logren cambiar la actitud de los fumadores. Ya no se trata únicamente de la decisión que pueda tomar un individuo sobre su salud, ni de la elección sobre si seguir o no fumando, sino que tales iniciativas deberían ir acompañadas de la concientización del ciudadano acerca de los enormes costos que provocan las enfermedades producidas por el cigarrillo al sistema sanitario, que se encuentra ya de por sí sobrecargado, y en medio de un proceso de reformas, situación que exige cada vez más la participación activa del asegurado para evitar, en lo posible, enfermarse, a corto o largo plazo, por decisión propia.

Tampoco el aumento en los precios del cigarrillo detiene al fumador alemán, que se refugia en métodos más económicos, como el tabaco de enrollar, y muchos ya sueñan con la idea de adquirir tabaco a bajo precio en Polonia, en cuanto las fronteras de la UE se abran hacia el Este en el mes de mayo. De este modo, podrían pasar por alto los futuros aumentos de impuestos que el gobierno germano planea poner en práctica durante los próximos dos años.

Otros países, otras leyes

Sin ir muy lejos, Holanda, reino de la tolerancia en lo que respecta al consumo de drogas, se atiene desde el 1º de enero de 2004 a una ley que prohibe fumar en estaciones ferroviarias, trenes, baños y oficinas. En Irlanda se planeaba aplicar a partir del 26 de enero la prohibición absoluta de fumar en el lugar de trabajo, así como en bares y restaurantes, pero la medida se pospuso hasta fines de febrero debido a la resistencia feroz opuesta por la rama gastronómica, que teme serias pérdidas si los fumadores son excluidos de sus negocios.

Evidentemente, la cuestión no sólo pasa por la decisión individual de los fumadores acerca de continuar o no confiando su (mala) salud a las tabacaleras. Son los no fumadores y los fumadores pasivos quienes deberían también tener voz y voto en el asunto, ya que su salud corre serio peligro. Sería acertado entonces reglamentar claramente el consumo en los lugares públicos, permitiendo en todos los bares y restaurantes sectores "no fumador", prohibir fumar en los lugares de trabajo, proveyendo a los empleados de "salones de fumar". Sólo de este modo se justificaría la aplicación de las leyes en un contexto, por decirlo de algún modo, democrático, ya que si se deja la decisión en manos de los fumadores y las empresas tabacaleras, seguramente Alemania seguirá echando humo.