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Derrida y su legado

10 de octubre de 2004

Considerado por muchos un “enfant terrible”, Jaques Derrida era indiscutiblemente una de las grandes figuras de la filosofía contemporánea, a la que deja al morir el inquietante legado del “deconstructivismo”.

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El filósofo francés Jacques Derrida, padre del deconstructivismo.Imagen: dpa

Apreciado por su humor y temido por su rigurosidad, el filósofo francés Jaques Derrida, que murió de cáncer a los 74 años, no era un intelectual fácil. Algunos veían en él a un genial renovador de la filosofía. Otros a un pensador que encandilaba con sus textos incomprensibles.

El prisma del deconstructivismo

Su biografía es más fácil de exponer que su pensamiento. Nacido en Argelia, estudió en París para luego trabajar como asistente en la universidad estadounidense de Harvard. Posteriormente tuvo su propia cátedra en la renombrada École Normale Superieure y en la Sorbona, y dictó también clases en Estados Unidos. Sobre todo allí cobró fama con su concepto del “deconstructivismo”, que llegó a convertirlo en una de las máximas figuras de la filosofía contemporánea europea y mundial.

El trabajo de Derrida se centró en el lenguaje. A su juicio, la filosofía occidental se basaba en el supuesto erróneo de que éste tiene un significado inalterable. El “deconstructivismo” intenta demostrar, abordando los numerosos estratos semánticos que operan en el lenguaje, que es imposible determinar el sentido único de un texto. La tesis de fondo sería, entonces, que ningún pensamiento o concepto se puede transmitir en forma “pura” y unívoca. En consecuencia, habría muchas interpretaciones legítimas.

Contra el totalitarismo del pensamiento

Lógicamente, las ideas de Derrida no resultaron fáciles de aceptar entre sus colegas. Sus detractores lo acusaron de destruir las bases de la filosofía, al poner en duda la posibilidad de distinguir nítidamente entre lo verdadero y lo falso. La pugna llegó a tal nivel que, en 1992, cuatro profesores de la universidad de Cambridge se negaron a otorgarle un doctorado honoris causa. Pese a las protestas, la distinción le fue conferida.

La obra de Derrida se volcó, en definitiva, a abrir perspectivas y puntos de vista, y sus implicaciones antitotalitarias lo convirtieron también en un pensador político. En este terreno concreto, defendió la integración del viejo continente y propugnó una Europa fuerte, capaz de hacer frente a la uniformidad de la globalización. El manifiesto que publicó al respecto el año pasado, junto a otros renombrados intelectuales europeos, da fe de la visión de un filósofo inquieto, libertario y europeísta.