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Conferencia de Nagoya

12 de octubre de 2010

En Conferencia de Nagoya, Japón, se espera lograr un acuerdo que otorgue una mayor regulación a productos transgénicos y organismos genéticamente modificados. ¿Avance o impedimento?

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Verduras manipuladas genéticamente son fáciles de encontrar en supermercados.Imagen: picture-alliance / dpa

Desde hace mucho tiempo las plantas y los animales que existen sobre la Tierra dejaron de ser un resultado de la selección natural o el cruce tradicional entre especies realizado por el ser humano. Las posibilidades que otorga la tecnología genética moderna son casi ilimitadas, así se trate de maíz, soja o algodón. El cultivo de los organismos modificados genéticamente (OMG) o también denominados transgénicos se extiende cada vez más por todo el mundo.

¿Pero qué daños y perjuicios pueden ocasionar a los seres humanos estos mutantes de la naturaleza? Aún no se sabe. Sin embargo, la herencia genética de estas especies transgénicas puede ser transmitida tanto a existencias naturales como a poblaciones, por ejemplo a través de la polinización. De hecho, algunos de estos “genes artificiales” ya fueron detectados en plantas silvestres.

Protocolo de Cartagena: normas contra productos transgénicos

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Tras años de polémica, la Comisión Europea aprobó finalmente en marzo de 2010 el cultivo de la papa genéticamente modificada "Amflora".Imagen: bilderbox

Con el fin de reducir los peligros de la propagación internacional de tales genes extraños se abrobó a comienzos del año 2000 el Protocolo de Cartagena sobre Seguridad de la Biotecnología, y entró en vigor posteriormente el 11 de septiembre de 2003.

Más conocido como el Protocolo de Cartagena, su objetivo es garantizar que la transferencia, manipulación y utilización de organismos vivos resultantes de la biotecnología moderna -es decir, manipulados genéticamente- no tengan efectos negativos sobre la diversidad biológica ni sobre la salud humana. El Protocolo se centra concretamente en los movimientos transfronterizos. En pocas palabras, este acuerdo fue diseñado para regular el comercio internacional, el manejo y el uso de los organismos genéticamente modificados.

El Protocolo estipula como obligatorio el etiquetado de los productos importados y exportados que contengan organismos transgénicos. Las normas para organismos vivos, como por ejemplo semillas germinables, son más estrictas que para alimentos para animales o productos alimenticios para el ser humano.

El Protocolo de Cartagena se basa en el así denominado principio de precaución. Cada producto que contenga organismos modificados genéticamente (OMG) debe obtener un permiso especial de importación, los productos deben estar detalladamente demarcados y especificados, el país receptor debe revisar los productos antes de su importación, entre otros. Hasta la fecha 159 Estados y la Unión Europea han ratificado el Protocolo de Cartagena. Si embargo, no lo han hecho los grandes exportadores de productos transgénicos, como Estados Unidos, Australia y Canadá.

Conferencia de Nagoya: en busca de normas más estrictas

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Cerca de Berlín también existen cultivos de maíz transgénicos.Imagen: AP

Sobre lo que todavía existe controversia es el tema de la indemnización por daños y prejuicios ocasionados por productos u organismos modificados genéticamente. Éste será uno de los aspectos sobre los cuáles se aprobará una regulación especial en la Conferencia en Nagoya, Japón. Este encuentro se lleva a cabo desde el pasado lunes 11 de octubre y finalizará el 29 de octubre.

En Nagoya se reúnen miles de personas con alto grado de decisión para discutir un "gran plan" para los próximos diez años que reduzca las presiones actuales sobre la biodiversidad del planeta. En la 10ª reunión de la Conferencia de las Partes en la Convención sobre la Diversidad Biológica (CDB COP 10 por sus siglas en inglés) se pondrán sobre la mesa 20 objetivos diseñados para hacer frente a la crisis de extinción, así como restaurar el capital natural de la tierra.

La situación actual de la biodiversidad no es muy alentadora. No en vano, Naciones Unidas declaró el 2010 como el Año Internacional de la Diversidad Biológica. El tema tampoco pasa desapercebido en Europa. Un informe publicado por la Comisión Europea el pasado 11 de octubre confirma que la UE no ha cumplido su objetivo de detener la pérdida de biodiversidad para el 2010.

El Comisario de Medio Ambiente de la Comisión Europea, Janez Potočnik, dijo que aunque se han “aprendido algunas lecciones muy importantes y hemos conseguido que la biodiversidad ocupe un lugar prioritario en la agenda política, necesitamos la participación de todos y no sólo en Europa. La amenaza que se cierne sobre el mundo es mayor que la que pesa sobre la UE. Por ello, es importante que en la Conferencia de Nagoya se consiga establecer una estrategia mundial sólida sobre la protección de la biodiversidad y los ecosistemas”.

Autora: Helle Jeppesen / Cristina Mendoza Weber

Editor: José Ospina Valencia