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Marco Arana: "lo llaman el ecologismo de los pobres"

10 de mayo de 2010

Hay que acabar con el capitalismo salvaje que convierte a la "naturaleza en una mercadería", dice Marco Arana. El peruano acaba de recibir un premio en Alemania y se prepara para ser presidente. Con él habló DW-WORLD.

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Marco Arana.Imagen: Tierra y Libertad

El padre Arana ya no es padre, al menos no oficialmente. La Iglesia católica peruana lo destituyó de todas sus funciones el pasado 4 de enero, y eso a pesar de una reconocida lucha por la defensa del medio ambiente y de los derechos humanos que en 2009 lo convirtió en el "Héroe Ambiental" de la revista Times y en este 2010 lo hizo merecedor del Premio de la Paz de Aquisgrán, en Alemania.

El Opus Dei no se encuentra, desde luego, entre los seguidores de Marco Arana. Tampoco las compañías que extraen oro en Perú. El ex párroco (teólogo, pedagogo, sociólogo y experto en políticas públicas y conflictos medioambientales) apoya la lucha de quienes se oponen a la contaminación de las aguas y las tierras por parte de las grandes mineras y está del lado de las batallas campesinas e indígenas por que la industria no les gane terreno.

Con nada de esto hace uno muchos amigos- al menos, no en las altas esferas del poder establecido-. También allí apunta directamente Arana: con su nuevo movimiento político, Tierra y Libertad, quiere presentarse como candidato en las próximas elecciones presidenciales de Perú. Arana confía en la gente, en una nueva revolución social en la que el ecologismo y el combate de las injusticias sociales se dan la mano. Al fin y al cabo, el Premio de Aquisgrán se concede a personas que fomentan la paz "desde abajo".

DW-WORLD: Señor Arana, su labor ha recibido en los últimos tiempos varios reconocimientos a nivel internacional, ¿ayudan estos en las batallas diarias?

Marco Arana: Ayudan a que a estos pueblos, a los que se les niega la voz local y nacionalmente, puedan ser escuchados fuera del país.

Por ejemplo, está el caso de los mineros de Yanacocha que fueron despedidos porque tienen problemas de salud- problemas con la columna vertebral, enfermedades raras, a algunos incluso se les ha detectado mercurio en la sangre-, y la empresa minera se niega a aceptar cualquier tipo de responsabilidad.

Nosotros fuimos con ellos hasta Lima, a la Coordinadora Nacional de los Derechos Humanos, a los Ministerios de Trabajo y de Minas. En la capital convocamos a una conferencia de prensa, y vinieron dos o tres medios de los más de 40 que hay en todo el país. Los grandes medios de comunicación viven de espaldas a estos problemas, ni les interesa conocerlos.

En segundo lugar, hay una campaña terrible, orquestada desde sectores conservadores: justamente estos días en los que yo recibía el premio de Aquisgrán, grupos cercanos al Opus Dei difundían a través de Internet noticias diciendo que yo soy homosexual, que defiendo el aborto en el Perú… de manera que el eco de la premiación pasara desapercibido.

Así que, a nivel nacional puede que ayuden un poco, pero yo confío más en que tengan algún efecto internacional, que sirvan para que en las juntas de accionistas o entre los inversores se conozca el tema y puedan ejercer algo de presión.

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Yanacocha, la compañía que explota la mina de Cajamarca, en Perú, es la mayor productora de oro de América del Sur.Imagen: DW/Ina Rottscheidt

Perú no es el único país latinoamericano en el que los intereses económicos y los de las comunidades campesinas e indígenas chocan con graves consecuencias, ¿existe una concienciación, dentro de las sociedades latinoamericanas, de la existencia de estas problemáticas?

Yo creo que en el Perú ha crecido la conciencia de que este modelo económico, basado en la minería y el petróleo, tiene graves impactos ambientales y sociales, cosa que no ocurría hace 20 años. Antes, estos proyectos se presentaban como una especie de salvadores para nuestras economías, como proyectos limpios, de "impacto cero", se decía, que iban a generar empleo, y la gente se lo aceptaba.

Ahora eso ha cambiado y la lucha de los campesinos- a los que Alan García y otros llaman gente ignorante, que no sabe de lo que se trata- está aceptada a nivel nacional como una lucha justa. Las encuestas lo demuestran. Ya nadie se cree el cuento de que todo va bien, y poco a poco se está abriendo un espacio para lo que yo llamo el ejercicio de derechos ciudadanos ecológicos.

Hay un movimiento en Perú y en América Latina que va de la mano con las comunidades campesinas e indígenas, en el que también participan sectores medios, intelectuales y jóvenes, que cada vez toman más conciencia de que los derechos humanos van unidos a los derechos de la tierra. Es lo que se comienza a llamar el 'ecologismo de los pobres'.

Marco Arana sobre el racismo en América Latina y su relación con la Iglesia. ¡Siga leyendo!

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Un hombre vestido con el atuendo típico de los incas en Cuzco, Perú.Imagen: AP

El Premio de la Paz de Aquisgrán lo entrega una iniciativa contra el racismo, ¿a cuánto racismo se ha visto usted enfrentado en su vida?

En el Perú todavía nos cuesta aceptar que los afrodescendientes, los quechuas o los aimaras, los que tienen un color de piel diferente o una forma distinta de pronunciar el castellano porque no es su lengua materna son personas con igualdad de derechos. Estoy convencido de que en los problemas medioambientales del Perú se mezcla un desprecio por el otro, al que no se le reconoce en igualdad de derechos.

En el lenguaje del propio Alan García se advierten aptitudes discriminatorias y racistas. Él señala que los campesinos, que los pueblos originarios, son 'perros del hortelano', que ni comen, ni dejan comer porque se oponen a los proyectos mineros, o que no tienen derecho a ejercer esa resistencia porque no son ciudadanos de primera. 'Ni que fueran ciudadanos de primera categoría', así lo dijo el presidente en medios de comunicación.

A mí me alegra que una organización que lucha contra el racismo me haya dado un premio porque en los conflictos mineros y ambientales del Perú no sólo está en juego la defensa de la naturaleza, sino también de la dignidad humana y de la igualdad.

Después de estudiar en tantos lugares y participar en tantos movimientos, ¿es la presidencia de Perú el siguiente paso?

Efectivamente, el siguiente paso es afirmar los derechos humanos, ecológicos y de los pueblos indígenas como derechos políticos. Por eso hemos creado, el 19 de abril del año pasado, el partido Tierra y Libertad.

Ya no tendrá que optar entre la política y el sacerdocio: esa decisión la han tomado otros por usted. ¿Qué motivos le dieron para destituirlo como párroco?

El motivo expresado ha sido, primero, mis diferencias con el cardenal de Lima, Monseñor Cipriani, arzobispo del Opus Dei. Yo creo en los derechos humanos y él opina que los derechos humanos son una tontería- incluso cuando era obispo de Ayacucho tenía un letrero en la puerta que decía que en esa iglesia no se atendían cuestiones de derechos humanos-. Hemos mantenido grandes disputas a través de algunos medios de alcance nacional, me exigían que le pidiera disculpas públicas y yo me negué.

La segunda razón es que hubo un debate en el Perú en relación a la reglamentación del aborto terapéutico, es decir, cuando la vida de la madre peligra. La Iglesia se opone aquí a esta ley, y yo señalé que, si bien el aborto es un mal moral, es la conciencia de la madre la última instancia de decisión y es al Estado a quien le corresponde dictar las políticas públicas. Y el tercer motivo está relacionado con mi participación política en Tierra y Libertad.

Sin embargo, esto no ha hecho menguar mi fe. Todas las cuestiones por las que luchamos son profundamente cristianas, porque nosotros creemos en un Dios de la vida. Éste es un camino de vida, es un camino de esperanza. Y juntos, los demás cristianos- de todas las confesiones- y también los no creyentes que creen en estos derechos, podemos constituir una gran corriente de cambio. Si me quedo solo frente a la Iglesia jerárquica, en realidad me quedo muy acompañado.

Autora: Luna Bolívar Manaut

Editor: Enrique López