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El porqué de los escándalos alimentarios

12 de enero de 2011

Dioxina en los huevos en Alemania, leche en polvo mortal en China, carne infectada con la “enfermedad de las vacas locas” proveniente de Gran Bretaña. El sistema de producción de alimentos provoca escándalos hace años.

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La imagen idílica de la agricultura...Imagen: bilderbox.de

Si se pregunta al consumidor alemán cómo se ve una granja, la imagen que dará será idílica. La realidad es otra: una granja es ahora más bien una fábrica de animales en donde lo importante es alimentarlos de tal manera que pronto se los pueda llevar al matadero. Con estas prácticas no es de extrañarse, así Johannes Remmel, ministro de Protección al Consumidor en Renania del Norte-Westfalia, que aparezcan dioxinas en el pienso de los animales. “En el propio sistema agroindustrial hay algo que no marcha bien”, afirma Remmel.

Fallos por sobrealimentación

Efectivamente, hay algo que no está funcionando, concuerda Benedikt Haerlin, de la Zukunftstiftung Landwirtschafts (Fundación para el Futuro de la Agricultura). Con la creciente industrialización, el camino entre el agricultor y el consumidor es cada vez más largo y menos transparente. El consumidor sabe muy poco acerca de la procedencia de sus alimentos, de cómo fueron producidos y mucho menos acerca de qué insumos fueron utilizados en el proceso.

Legehennen Tierschutz
... no concuerda con la realidad.Imagen: AP

“La industria invierte miles de millones en conducir al consumidor hacia comportamientos alimenticios erróneos. La publicidad de alimentos es, en el fondo, una propaganda de alimentos poco saludables”, recalca Haerlin.

A este respecto, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, el 60 por ciento de las muertes a nivel mundial se origina en enfermedades no contagiosas, muchas de ellas determinadas por la alimentación: dolencias cardiovasculares, diabetes y sobrepeso. Un consumo exagerado de carne, de fast food y de platos instantáneos y congelados es una de sus principales causas.

Precio en vez de calidad

Esto está relacionado con la demanda de los consumidores, pues muchos no están dispuestos a gastar más dinero por mejor calidad. En 2009, el ramo de la industria alimentaria alemana bajó en un 4 por ciento el volumen de ventas con relación a 2008; y no fue porque hubiese vendido menos, sino porque los consumidores gastaron menos por la misma cantidad. Así lo explica Jürgen Abraham, director de la Asociación de la Industria Alimentaria Alemana.

Es decir, alimentarse tiene que ser barato; y los productores ahorran por donde pueden para reducir lo más posible el precio final. En promedio, el consumidor alemán gasta sólo el 11 por ciento de su ingreso en alimentación. Esto es posible sólo gracias a que la agricultura está subvencionada por el Estado alemán y por la Unión Europea.

¿El huevo o la gallina?

La discusión en torno a la causa y el efecto de este fenómeno se asemeja a la pregunta de qué fue primero, el huevo o la gallina. La industria le echa en cara a los consumidores el no estar dispuestos a gastar más por mejor calidad. Los consumidores le echan en cara a los agricultores el trabajar con insumos dañinos, con hormonas y antibióticos nocivos para la salud.

“Los patrones de consumo no provienen del consumidor; están determinados en primera línea por un modelo mercantil. Se originan en la agricultura industrial, que produce unos pocos productos básicos muy baratos; del valor agregado se encargan las fábricas a través de aromas y sabores artificiales. Este modelo es muy cuestionable”, opina Haerlin.

BDT Schweinemast in Oberbayern
No son granjas, son fábricas de carne animalImagen: AP

La agricultura, un factor climático y medioambiental

De cuestionar la gestión de los alimentos se encargan cada vez más consumidores y cada vez más científicos. Entretanto está claro que la agricultura industrial tiene un efecto inmensamente dañino en el medio ambiente y en el clima. Al cambio climático aportan las emisiones de gases de efecto invernadero –como el metano proveniente de la ganadería y de la quema de áreas forestales para ganar terrenos cultivables. Además, los pesticidas y los abonos químicos apestan ríos y aguas profundas. Y por si fuera poco, los productos de la agricultura industrial –como lo prueba un escándalo tras otro- son dañinos para la salud.

El ministro Remmel considera urgente la acción política. “A largo plazo nuestra tarea es cambiar estructuras, de tal manera que los consumidores vuelvan a tener contacto con los productores. Es decir, más estructuras y productos regionales”, declara el ministro, consciente de que en un país altamente industrializado como Alemania, eso no sucederá de la noche a la mañana. Con todo, a largo plazo sí ve posibilidad de estabilizar el sistema alimentario, a nivel mundial.

Autora: Helle Jeppesen/Mirra Banchón
Editora: Emilia Rojas